El secreto de sus ojos, el filme de Juan José Campanella que obtuvo el segundo Oscar extranjero para el cine argentino, tiene todos los elementos aparentes de «calidad garantizada» dentro de ciertos estándares de realización. Consistente diseño de producción, populares intérpretes de solventes presencias, astutos golpes de impacto, emociones fuertes, romanticismo hipertrófico, historia criminal, encubrimiento en las altas esferas, clima de impunidad, desenlace relativamente sorprendente. Es un producto bien empaquetado que a primera vista llena el ojo, pero lo hace valiéndose de un refinado efectismo. No es un filme rotundo, sino pesado; no es holgado sino ampuloso; no es complejo sino farragoso.
La trama, que abarca unos veinticinco años, gira en torno del asesinato de la joven Liliana Coloto (Carla Quevedo), cometido en 1974, que deja a su esposo Ricardo Morales (Pablo Rago, actor de Próxima salida, El buen destino y hasta del primer Oscar gaucho, La historia oficial) en un estado de viudez perenne y obsesiona, en diferente grado, a un grupo de servidores de la justicia. La narración oscila entre mediados de los 70 y fines de los 90, cuando el recién jubilado Benjamín Espósito (Ricardo Darín) se reencuentra con su ex jefa y amor platónico Irene (Soledad Villamil), y busca exorcizar las secuelas del caso penal, a través de la escritura de una novela que lo recrea, y del amor no correspondido por su colega. Todos son marcados, incluyendo al compañero de Espósito, Pablo Sandoval (Guillermo Francella), por el accionar de Isidoro Gómez (Javier Godino), un psicópata que, luego de ir a prisión por el homicidio, es incorporado a los servicios de inteligencia en el marco de la crisis política argentina que precedió a la dictadura militar de Videla y compañía.
El problema es que Campanella, coguionista junto con el escritor Eduardo Sacheri, autor de la novela La pregunta de sus ojos (2005), subraya demasiado todas las variables de la historia, las explica, coloca diálogos rimbombantes, premeditados, teatralizados, tanto en la gracia como en la turbación, antes de los pasajes más resonantes y los principales giros de tuerca, lo que termina diluyendo la supuesta sorpresa que preparan. Las contradicciones de la dupla Espósito–Sandoval, el acercamiento Espósito–Irene, las recriminaciones del jefe, el horror que provoca Gómez, las pistas que el inculpado deja en sus cartas, las provocaciones de Irene en el interrogatorio, la pugna de Espósito con un funcionario inescrupuloso, el mundo interno de Morales. Todo está conducido con trancos demostrativos, litigantes, que aplanan y restan credibilidad a los impulsos y las sensaciones de unos personajes aparentemente tan pulsionales y emotivos. Parafraseando lo que Morales dice del borrador de la novela de Espósito, el relato de Campanella parece «un gran memorándum»; también podría decirse que es un voluminoso expediente con todo lo actuado en el proceso.
El famoso plano secuencia de cinco minutos, siguiendo al incombustible Racing en el estadio de Huracán, es impactante, alarde del dominio de la técnica y de cierto brío narrativo, pero llega algo agotado hacia el final en la cancha. Y esa es la tónica general de El secreto de sus ojos, un aliento exacerbado, artificial, alzado sobre «grandes temas» y nutrido de «la pasión» que proclama Sandoval. Y en cuanto a la competencia por el Oscar que las enfrentó, La teta asustada es, sin duda, mejor.
Dir.: Juan José Campanella | 130 min. | Argentina – España
Intérpretes: Ricardo Darín (Benjamín Espósito), Soledad Villamil (Irene Menéndez Hastings), Guillermo Francella (Pablo Sandoval), Pablo Rago (Ricardo Morales), Javier Godino (Isidoro Gómez), Carla Quevedo (Liliana Coloto), Mario Alarcón (Juez Fortuna Lacalle), José Luis Gioia (Inspector), Mariano Argento (Romano), David Di Nápoli (Escribano Andretta).
Estreno en España: 19 de setiembre de 2009
Estreno en el Perú: 23 de setiembre de 2010
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