Al igual que Heleno, este biopic sobre la legendaria cantautora Violeta Parra, de Andrés Wood, está más centrado en el carácter y la personalidad del personaje, antes que en las peripecias de su vida, aunque aquí aparezcan varias y –pese a su tendencia fragmentaria– sigan una secuencia más o menos cronológica. No obstante, el interés del director es mostrar facetas de su personalidad que se manifiestan desde su infancia y se desarrollarán a lo largo de su vida.
De igual manera que en Heleno, parte importante de la cinta reside en el buen trabajo actoral de Francisca Gavilán, como una mujer dura y endurecida desde la infancia, marcada por la temprana desaparición de su padre y su pequeña hija, sus dificultades maritales producidas por los celos artísticas (y de los otros), así como por su compromiso político comunista. La narrativa utiliza la reconstrucción de una entrevista al personaje protagonista para desarrollar aspectos ideológicos y de personalidad.
Pero lo principal viene dado por el trabajo visual, caracterizado por una tendencia hacia la profundidad de cámara, lo que se complementa ocasionalmente con cámara lenta para mostrar el entorno familiar de los Parra, rememorado desde el punto de vista de Violeta niña, con unas partes oníricas que rozan el surrealismo. No dejan de tener interés tampoco las escenas en Europa y especialmente en París, por su valor informativo (expuso obras gráficas en el Louvre) así como para mostrar las contradicciones de la famosa cantautora en su vida sentimental y artística.
Ciertamente, tiene importancia también el aspecto musical, es decir, las canciones que escuchamos a lo largo de la cinta, algunas de las cuales el director busca contextualizar con resultados mixtos, unos acertados (en un palacete, ante un público burgués), conmovedores (ante los mineros) y otros meramente ilustrativos. Aquí destaca el talento de Gavilán para restituir la fuerza y el vigor vocales del canto de Parra.
Pese a ello, la puesta en escena de Violeta se fue a los cielos se contagia del carácter algo arisco y abrupto del personaje, así como de cierto distanciamiento emocional del director, soportado a veces por los procedimientos formales que utiliza. Por tanto, pese a la música y la nostalgia que destila, el enfoque resulta algo frío, sin llegar a envolver completamente al espectador (al menos, al no chileno). Obras anteriores de este director me resultaron más convincentes, especialmente La buena vida.
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