Fue elegido como el Mejor filme peruano, por el Ministerio de Cultura, en el 17 Festival de Lima. El documental Retrato peruano del Perú, ópera prima de la dupla Sofía Velázquez Núñez y Carlos Sánchez Giraldo, nos presenta una galería de personajes cuyas vidas están ligadas a la imagen, a la reproducción de instantáneas familiares, y a través de sus historias personales nos pinta un retrato sobre la memoria, la identidad, lo que somos y lo que quisiéramos ser.
A continuación conversamos con los directores de «Retrato peruano del Perú», una producción de Mercado Central:
Carlos, ¿por qué los retratos pintados como tema unificador del documental?
Carlos Sánchez: La fotografía iluminada es un tema que apareció en nuestro camino, esos años pensábamos hacer una película que abordara el tema de identidad a partir de la diversidad, un tema que nos hable del Perú. Dimos vueltas a varias ideas pero al conocer el trabajo de Miguel, amigo nuestro desde la infancia, nos acercamos a un tema que cumplía con los requisitos que buscábamos para nuestra intención. El arte de iluminar retratos y todos los personajes y elementos dentro de esa ”industria” son bastante interesantes como objeto de estudio, como tema para empezar un proceso documental. Teníamos gente que migraba para trabajar en una industria basada en el intercambio de un tipo de arte, la autorepresentación de las personas y quizás nuestra sociedad en este objeto, la situación del arte en nuestros días, etc. Es un tema unificador en tanto las tres historias que mostramos son cada una, una parte de este gran tema. Cada historia está enmarcada en una parte del proceso, el pintor que con su arte crea historias imaginadas por los retratados, el vendedor que recorre casas vendiendo el amor eterno en una pinturita o la chica joven que colecciona y reflexiona sobre ellos porque simplemente le gusta.
Además creo que sin decirlo, la película le toma la temperatura a la situación actual del arte en Lima, a como el circuito oficial no se compromete necesariamente con los egresados de la Escuela de Bellas Artes del Perú, hay hechos que hemos querido mostrar en la película que nos parecían necesarias.
En estos retratos todos se idealizan, se ven mejor de lo que somos realmente. ¿creen uds. que somos un poco así los peruanos? Pensando un poco en la onda «Marca Perú», y ese afán por presentar siempre la «cara bonita» del país.
Sofía Velázquez: Nuestra intención no es mostrar la cara bonita del país. La intención es hacer evidente el proceso de representación como construcción de la realidad. Y reflexionar sobre ello. Creo que eso se muestra con las visitas del vendedor a sus posibles compradores, o con las reflexiones de Miguel sobre la construcción del retrato. Creo que hemos trabajado el proceso de representación a varios niveles. Por un lado, algunos personajes de la película construyen su propio retrato pero no se limitan a reproducir la realidad, la inventan, la cambian, la adornan. ¿No es esa una forma de contar la historia? ¿No es posible entonces, que todas las historias que nos han sido contadas –las personales y familiares, pero también las históricas- estén decoradas, maquilladas, rejuvenecidas?
Por otro lado, como realizadores, escogemos relatar y representar un fragmento de una realidad mucho más grande, enmarcamos solo un aspecto de ella. También estamos seleccionando, filtrando, construyendo constantemente. Estamos haciendo evidente un aspecto de la realidad que existe y que es construida de determinada manera.
Creemos que la idealización es una forma de batallar contra una realidad que no siempre nos es amable. Con el retrato, rescatamos la posibilidad que tenemos todas las personas que construir nuestra propia historia y contarla como nos de la gana. De fantasear, de soñar, de inventar. Que también es una forma de vivir. Existe una inherente búsqueda de trascendencia en los seres humanos. Es interesante y también es hermoso ser espectadores de la construcción de esa transcendencia. Más allá de cómo haya sido mi vida real, quiero que me recuerden como me da la gana. Es una reivindicación de ese pequeño poder, del poder de construir nuestro propio mito.
¿Cómo fue el trabajo en codirección? ¿Cómo se distribuyeron las tareas y los roles? ¿Ambos viajaron a México y Huaraz?
Carlos: Antes de hacer esta película ya hemos trabajado en codirección, es un mecanismo que nos ha resultado bien, a pesar de no ser tan fácil. Mercado Central es un colectivo, y como colectivo fusionamos los distintos puntos de vista del grupo, esta película la imaginamos y escribimos juntos, pero la trabajamos en equipo. Sin Silvana [Manco] y sin Javier [Becerra] difícilmente hubiéramos podido tener la película. Cada uno de nosotros se ha especializado en un área distinta del proceso de creación audiovisual. Se puede decir que tenemos roles que han aparecido naturalmente y felizmente se complementan muy bien. Creemos que lo más importante en este proceso ha sido confiar en cada uno de nosotros, en sus habilidades y puntos de vista.
Sobre los viajes, sí ambos viajamos a Huaraz y a México en diversas etapas. Toda la película ha sido codirigida, ambos hemos estado presentes durante todo el proceso. Discutiendo cada cambio, cada intención, confiando en el otro, jalando más para nuestro lado, conversando. Estas características hacen que el proceso sea más lento, lo sabemos, pero asumimos que así sería y lo hicimos. Cuando hay confianza y admiración, los problemas quedan en un segundo plano.
Hay una relación especial con Huaraz. Dos de sus personajes son de allá. ¿Eso fue casual?
Carlos: No fue casual. Huaraz quizás es el regreso a la historia de estos retratos. Yo soy huaracino y ahí es donde los vi por primera vez, casi todas las casas de mis amigos y la de mi abuelo tenían uno o más. Siempre existió la pregunta de qué exactamente eran esas pinturas que parecían fotos, o esas fotos que se veían como pinturas.
Hemos viajado bastantes veces y por diversos motivos allá, era una geografía que conocíamos bien, tenemos muchos amigos y familia allá. De alguna manera el hecho de regresar siempre estuvo como idea.
Miguel, el personaje pintor, es amigo mío desde que empezamos la primaria en Huaraz. Eva se conoció con Sofía en Huaraz, en un cineclub donde presentábamos una serie que habíamos realizado. Las cosas se van juntando solas. Cuando llegamos a México, Johnny nos contó que su madre había nacido en Huaraz.
El año que subimos al Vallunaraju para grabar el ascenso de Eva, también subimos todos a la fiesta de Qoylluriti, acompañando a Javier que tiene un proyecto ahí. Hay ciertos ritos que quizás sin darnos cuenta vamos realizando.
Los textos de los personajes están construidos, ¿cómo fue ese proceso, y el método que utilizaron para registrarlos? En algún momento nos recordó a los de Juan Alejandro Ramirez, ¿fue esa una referencia?
Sofía: Los textos en off han sido producto de constantes y largas conversaciones grabadas. Lo hacíamos orientados por una intuición de lo que queríamos obtener (a nivel de sensaciones y discurso) pero sin saber exactamente qué queríamos que se diga y cómo. En ese sentido, los personajes -Eva y Miguel- aportaron muchísimo con su imaginación, sensibilidad y propuestas. Y tuvieron mucha paciencia con nuestras preguntas y nuestro constante regreso a ciertos temas. Se puede decir que los textos en off fueron una construcción colectiva, así como lo es el retrato iluminado y como lo son los retratos de los tres personajes que aparecen en la película.
La referencia es tal vez a la reflexión poética. No pensamos exactamente en Juan Alejandro Ramírez pues él como autor, utiliza su propia voz para una reflexión que navega entre su voz interior y la voz de los otros. Pero sí queríamos acercarnos a la voz interior poética y reflexiva. En nuestro caso, creo que el texto en off de los personajes funciona como una bisagra entre lo que ellos mismos quieren decir y lo que los autores queremos decir. A veces esos discursos están superpuestos, a veces son exactamente lo mismo.
También notamos un guiño a Robles Godoy…
Sofía: Respecto a Robles Godoy, lo que quisimos fue hacer un pequeño homenaje. Supimos de su muerte cuando estábamos en pleno rodaje en Huaraz y debíamos grabar a Eva en sus actividades cotidianas. Una de ellas era ir al cineclub. Entonces acordamos que sería importante para la película, o en todo caso para nosotros como equipo y como realizadores peruanos, incluir un fragmento de alguna de sus obras. En algún momento nos dijeron que esa era una secuencia gratuita que no tenía mucho sentido o no aportaba. Pero la verdad es que Eva hace eso, entre otras cosas, va al cine. Quien conoce a Robles entenderá el guiño, quien no lo conoce, entenderá que Eva va al cine.
¿Cómo eligieron estos personajes? ¿Fueron apareciendo o ustedes los buscaron? Llama la atención el vendedor peruano en México, ¿cómo llegaron a él?
Carlos: Los personajes estaban pensados desde la escritura del proyecto, pero el único fijo que teníamos era Miguel. Eva y Johnny aparecieron en el camino. Johnny es un vendedor de retratos que recorre pueblos que difícilmente podríamos haber encontrado sin un poquito de ayuda. Un amigo pintor nos dió datos, México, Tabasco, Villa Hermosa, un teléfono y un nombre. Hicimos contacto y dijo que si íbamos nos podía esperar, pactamos una posible fecha y sin más, dos meses antes de la grabación viajé a México con esos datos. Pasaron muchísimas cosas mientras esperábamos la llegada del equipo, la gente allá nos ha ayudado bastante, hay gente valiosísima en Villa Hermosa que apoyó el proyecto desde el inicio.
La narrativa visual por momentos se escapa a lo «meramente documental» y propone una puesta en escena, como en las escenas que pintan en el campo, o el juego con los marcos. ¿Estas escenas estaban desde la escritura, o fueron saliendo, a medida que fueron avanzando?
Sofía: Esas escenas llegaron en determinado momento –tal vez a la mitad de la construcción del guión- y se volvieron casi una obsesión. Creo que son en esos pequeños momentos en donde hacemos uso de un metalenguaje que evidencia la construcción de la película. En el caso de los marcos finales, nos pareció un juego que podía servir: la representación de la representación. En el caso de las escenas del campo, fueron momentos de belleza que queríamos que estén en la película.
¿Cómo fue el trabajo de musicalizacion? ¿Se trabajó al final o fue creándose paralelamente al montaje del documental?
Sofía: Durante el montaje, trabajamos con referencias musicales. Pasamos por muchísimos géneros antes de llegar a lo que nos parecía que funcionaba. Algunos temas los tuvimos claros incluso desde el rodaje. Sabíamos por ejemplo que queríamos utilizar piezas de Los Chapillacs. Pero el mayor trabajo se dio en la etapa de postproducción de audio. Javier Becerra y Tomás Gistau se encargaron de esta etapa. Algunas escenas fueron musicalizadas casi en vivo, otras implicaron mayor cantidad de pruebas. En esta etapa trabajamos con Pauchi Sasaki, una querida amiga nuestra que se involucró en el proceso y consiguió redondear las sensaciones en varias escenas. Lo mismo con Paco Chirinos que se encargó del leitmotiv del personaje de Jhonny, y con Tomás Gistau que realizó entre otras cosas la atmósfera de la montaña. Además, como estuvo a cargo del proceso de postproducción de audio no solo entendió y manejó muy bien lo que queríamos, sino que aportó con muchas ideas y mucho corazón.
Entrevista: Antolín Prieto y Laslo Rojas
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