En los últimos años, el cine brasileño ha apostado por una serie de películas que dialogan sobre la marcada frontera socioeconómica que existe en dicho país. Ejemplo de ello son «Casa grande» (2014), Una segunda madre (2015) o los documentales de Gabriel Mascaro. «El sonido alrededor» (2012) es tal vez la película más peculiar y atractiva que se haya gestado dentro de ese grupo. El director Kleber Mendonça Filho en ese filme toma como protagonistas principales a los residentes de los chalets en Recife, quienes sin darse cuenta, entre la comodidad y fastuosidad de sus edificios, viven acondicionados a lo que se sitúa a su alrededor. Es el miedo a esa sociedad distinta y embarrada por el prejuicio de la inseguridad y la violencia. Hay un ejercicio de la alerta demencial, donde en un principio vemos a lo ajeno filtrándose en sus casas hasta trepar el terreno de lo mental. Aquarius (2016), lo reciente de este director, coincide con esta premisa, además de otras filias expresados en su ópera prima. Lo que visiblemente las separa es que en esta nueva historia se acude a un protagonista principal.
Ver la película completa aquí:
Clara (Sonia Braga) es una crítica musical jubilada, única habitante del edificio “Aquarius”, residencia que de no ser por la presencia de esta madura mujer, ya habría sido demolido por una constructora que ha logrado comprar el resto de departamentos a fin de construir una lujosa edificación. En «Aquarius» se pueden observar dos argumentos. Uno es la historia de Clara. De ella conoceremos su rutina como académica retirada, su pasión por la música, su amistad con su sobrino y un salvavidas, su salida con viejas amistades. La segunda historia es la de Clara enfrentándose a los empresarios, a sus familiares y comentarios de amistades y desconocidos, respecto a su decisión de no desalojar el departamento que por años ha sido de su adquisición. Ambas historias responden a los temas que le interesa exponer a Mendonça Filho. Para Clara la preservación del pasado es vital. Su vida está sujeta a la custodia del pasado, desde lo superfluo hasta lo más elemental. Son sus discos de vinilo hasta la ama de casa quien es un miembro más de la familia. Su misma corporalidad, la marca de una “sobrevivencia”, es también representación simbólica de esa obsesión. A dónde se dirija Clara, la memoria influye y sostiene su presente.
A partir de esto se comprende la obstinación del personaje, quien anda en una continua confrontación. ¿Qué gesta esto? Un brote de paranoia, aquella que por momentos parece engañosa. Así como en «El sonido alrededor», el personaje de Braga circunstancialmente se siente en la necesidad de asumir una postura defensiva ante cualquier actitud o eventualidad. Esto no causa mella a su inminente decisión, aunque la situación no deja de inquietarla. La conciencia no se alertará, sin embargo, existen secuencias en que el inconsciente le pone trampas. Aquarius tiene muchas de esas trampas o apariencias que además de incentivar lo alucinatorio, estimula esas otras premisas que le interesan a su director. Al ser su protagonista un personaje ceñido por su estimación a lo pretérito, se expresan las curiosas posturas sobre los conceptos de la posmodernidad: es viejo o es vintage. Una armadura expuesta en un restaurante de arquitectura contemporánea, alguien tomando una foto a la foto de un álbum desde su dispositivo celular, una periodista sobrevalorando el mp3, una joven al borde de las lágrimas por el sonido terroso de una vieja canción que suena desde un tocadiscos.
Aunque no tan marcado como «El sonido alrededor», sutilmente Aquarius va desmembrando esos fantasmas de la división social. El concepto ético sobre lo reemplazable o mejorable no es más que una máscara o velo que separa o dibuja los prejuicios sociales territoriales. Es curioso ver cómo una mujer de más de seis décadas que figura como anticuada, esté abierta a todo concepto de modernidad, salvo los que repriman a los desprotegidos.
El personaje de Clara, interpretado por Sonia Braga (actriz que después de casi una década logra un nuevo protagonismo en el cine de su país), me recuerda a la vitalidad de Paulina García en Gloria (2013). Ambas danzando contra todo pronóstico adverso o desventura que quiera imponerles sus respectivos imaginarios sociales. «Aquarius» si bien no se evoca a reflexionar sobre la vejez, hace ofrenda al pasado, al valor de la nostalgia, lo que luce vigente aunque parezca frágil ante el tiempo. Es como la misma apertura del filme. En un tiempo pasado se le rinde homenaje a una tía de Clara. Mientras hacen esquema de su pasado, la tía recuerda. Hay un pasado tras un pasado. El recuerdo, o lo que representa ese recuerdo de la tía (como un mueble), se verá intacto en el presente. Aquí los muertos vuelven a la vida gracias al recuerdo.
Funciones:
Domingo 7, 5:30 pm, Cineplanet Alcazar – Sala 6
Lunes 8, 7:15 pm, CCPUCP – Sala Roja
Miércoles 10, 10:00 pm, Cineplanet Alcazar – Sala 6
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