La película de Carmen Rojas me hace recordar a otro corto nacional reciente. En Mecanismo velador (2014), Diego Vizcarra también la hace de reciclador. Su filme, además, es de igual forma producto de una deconstrucción que otorga nuevo lenguaje y sentido a su material primario, los cuales son tráilers de películas. En Vacío/a (Perú, 2016), Rojas hace lo suyo con gráficos de revistas que ofertan productos y servicios. ¿Qué distingue a uno del otro? Vizcarra opta por un discurso subjetivo. Existe un contenido pragmático en su mecanismo de secuencias difusas y de impresión reiterativa. Rojas, sin embargo, emprende un mensaje espontáneo. Su trama dramática está en sincronía y correspondencia con su “recolección” visual, aunque son sus propios mecanismos y herramientas las que la convierten en un producto complejo.
«Vacío/a» estaría encajado al concepto de fotonovela, término con el que se autodefinía una película como La jetée (1962). Lo cierto también es que lo de Rojas no es una reproducción fotográfica, algo que adapta Chris Marker en su clásico filme, sino más bien una hilera de imágenes ajena a las fuentes cinematográficas convencionales, posteriormente estructuradas a manera de recrear una historia premeditada. En consecuencia, hay un claro valor creativo en este corto al tomar como instrumento el material desechado. Es el registro no filmográfico como componente esencial para un producto que no deja de ser una película, pues ha pasado por un filtro de edición o montaje. Aparte de esto, cabe también reflexionar en base al sentido de lo representado. Rojas no se preocupa en ocultar las cuotas publicitarias o los precios de los elementos ofertados en sus imágenes seleccionadas. Hay una conciencia de cómo el propio montaje (por no decir el propio imaginario del espectador) terminará por difuminar esas interferencias de su trama.
Pero no es en su registro visual en dónde radica lo mejor de «Vacío/a». El cortometraje de Rojas está alternado por una voz en off simulada por un sintetizador de voz. Qué hace sino el sintetizador de voz que juntar las palabras y reproducirlas tal cual. Es decir, se genera una reproducción sin gracia o armonía que “imita”, en este caso, la voz de una mujer. En «Vacío/a» todo –registro oral y visual– parece ser un producto reciclado al contener un vacío emocional. La directora se esfuerza por asistir a estas herramientas artificiales que en principio parecen bloquear su mensaje esencial: una mujer enfrenta una ruptura amorosa, y con ello un vacío sentimental y material. Pero como lo señalado en el párrafo anterior, a su paso lo artificial se diluye.
De pronto los precios de los productos domésticos ya no importan, incluso la fría y descompasada voz robótica de repente parece asumir cierto tono de congoja. Es el montaje que comienza a causar efecto en el espectador. Es lo sintético asumiendo una forma o ilusión palpable; es la distancia entre lo falso y lo ficticio; un truco de mago. En cinco minutos de lo que dura «Vacío/a», Carmen Rojas genera emoción a partir de artefactos fílmicamente estériles y que comienzan a emular una historia dramática. No hay duda que es una de las mejores películas peruanas realizadas en los últimos años.
Deja una respuesta