Festival de Lima 2017: Crítica de «La región salvaje», de Amat Escalante


Desacertado filme del mexicano Amat Escalante, quien se deja arrastrar por el tributo, sustituyendo el realismo por surrealismo, y convierte su filia por la sordidez en pura explotación morbosa. Desde «Sangre» (2005), el director ha abrasado los defectos humanos, aunque siempre dejando una huella del panorama social, casi siempre llegando a una representación carnavalesca o del exceso, pura sustancia de lo que figura el lado nocivo, por ejemplo, de la inmigración ilegal («Los bastardos», 2008) o la criminalidad institucionalizada («Heli», 2013). En «La región salvaje» (2016), sin embargo, lo social es relegado por un asunto doméstico; la historia de una relación extramatrimonial. Escalante aborda un amorío que ni si quiera escala a lo melodramático, aspirando solo a lo escandaloso. A ello se suma una historia fantástica.

El mexicano hace tributo explícito a «Posesión» (1981), de Andrzej Zulawski. Es de hecho la cuota interesante del filme, que para mal hace un alargue como para cerrar su primera parte. «La región salvaje» encuentra sus logros fuera del contexto citadino. El campo abierto y una cabaña son sus mejores momentos. Cuál película de terror, responde por un estado atmosférico, aunque no llegando al estado psicológico del director polaco al que hace memoria, pero si generando desasosiego. A diferencia de un «Tiburón» (1975) o «Alien» (1979), para cuando aparece el némesis, la película no tiene más sentido.

La idea de la carnalidad y su relación con la pulsión de muerte personificada en un solo ente, ya está más que definida, mas Amat Escalante insiste en “cerrar” lo anterior. La argumentación de un liberado parece más un remordimiento del director por esquematizar una cuota comprometida que no calza entre la fábula.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *