Shichinin no samurai
Akira Kurosawa es el nombre más famoso del cine japonés, no necesariamente visto pero famoso al fin. Fueron los años 50 los que marcaron el inicio del despegue mundial del cine extremo oriente a pesar de que su actividad se remonta al cine mudo. He aquí que gracias al éxito mundial, Kurosawa desarrolla un cine más abierto al gran público occidental pero sin perder un ápice de su identidad oriental (algo que no le reconocieron sus compatriotas en su momento) a pesar de su talentosa asimilación del cine de géneros a su trabajo, tal es el caso de esta pelicula.
Con una notoria influencia del western, Kurosawa crea aquí una original cinta de aventuras brillante, hermosa y profunda a su manera. Una aldea en plena era de los shogunes es asolada por unos bandoleros, ante su desesperación los habitantes acuden en busca de ayuda y esta se manifiestará en la presencia de unos ronin que por diversos motivos (éticos en principio) responderán a su llamado.
Con un perfecto ritmo y planificación, Kurosawa construye una cinta épica en la que se suceden con maestría ejemplar los momentos de acción con los de reposo, así pasamos de la formación del grupo (destacan los grandes Takashi Shimura y Toshiro Mifune como el entrañable Kikuchiyo) a la convivencia con los aldeanos nada abierta o solidaria la mayoría del tiempo, de ahí a la planificación del combate y entonces a los climax de acción.
Kurosawa eleva el lado conceptual a una genial poesía visual donde se suceden los más humanos conflictos y las coreografías en el impresionante blanco y negro, especialmente la que se sucede bajo la lluvia son acaso las imágenes mas célebres de la obra del gran Akira. Pocos han sabido darle a la guerra esa apariencia y dimensión de gran espectáculo como en esta película que reflexiona además sobre el auténtico valor de la misma, sobre si tiene valor ganar o perder.
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