Un chien andalou
Dir. Luis Buñuel | 16 min. | Francia
Intérpretes:
Simone Mareuil (Mujer joven)
Pierre Batcheff (Hombre)
El deseo, las obsesiones mas recónditas del inconsciente han sido desde siempre fuente de tantas fascinaciones y causa de muchas preguntas aún por responder. Éstas son parte de un universo que va mucho más allá de lo concreto, de lo real, de aquello que concordamos en llamar la normalidad. Muchos han tenido como obsesión y filosofía este mundo paralelo tan cercano y a la vez tan extraño. Los surrealistas desarrollaron todos sus conceptos artísticos a través de esa investigación en el mundo de lo intangible, que acaso tiene a su mundo ideal en aquellos momentos en los que nos entregamos a esas fantasías, universos paralelos durante nuestra entrada al sueño, una “realidad” en la que no hay límites, ni lógica, ni reglas. Fueron los intelectuales encabezados por André Bretón los que habrían de declararse como los buscadores de esta forma de cambiar el mundo, asumir aquello que se encuentra más allá de la realidad. Dentro de este grupo hubo muchos intentos por concebir en el emergente arte cinematográfico un estilo o representación de estas ideas. Ninguna había superado cierto afán impresionista hasta la insólita aparición de esta película, producto de la creatividad exaltada de un joven español entusiasmado con el cine y sus posibilidades en la época de las vanguardias: Luis Buñuel.
Pocos creadores han desarrollado tan bien esta exploración como Buñuel, quien pone de manifiesto esa mirada al mundo interior y exterior del ser humano. Nos los muestra en su dualidad como individuo y como ente relacionado con los demás, nos lo exhibe en sus contradicciones, virtudes pero sobre todo flaquezas, critica la hipocresía (algo que extendió a ciertos métodos de la religión, la ley o las ciencias, es decir a todo aquello que trata de imponer orden a base de querer darle explicaciones a todo), y hasta se divierte burlándose de muchos rasgos de la humanidad. Su larga carrera (accidentada en sus inicios) habría de desarrollar estas ideas primero de manera rabiosa e ir deviniendo a un arte cada vez más sutil pero igual de feroz. En el habría de dejar constancia con mayor proyección de todos esos manifiestos de los que se nutrió mayormente en la década del 20 por supuesto que con mucha de su propia sazón que incluía a Sade y Goya (acaso una eterna rebeldía a su educación jesuita en la conservadora España que a su vez es la referencia mayor a la hora de emparentarlo con otro romántico soñador como Hitchcock). La originalidad de su obra se destaca acaso como un de los experimentos más notables de la historia del cine y su rotundo inicio da cuenta magistral de su genio creador, turbado hasta lo morboso.
En Un perro andaluz, su primer opus realizado en los finales del cine mudo, deja ya de manifiesto de manera salvaje todas aquellas obsesiones que se desarrollaran a lo largo de su obra. No vemos aquí una historia en sí, al menos no a la manera de una ficción tradicional de una narración clara y lineal. Fiel a los dogmas vanguardistas, el joven Luis en compañía creativa de Salvador Dalí (compañero desde los días estudiantiles de Madrid y la generación del 27) ejecuta un espectáculo mas de ideas y sensaciones antes que de explicaciones y lógica. La célebre secuencia inicial con el propio Buñuel, la nube que corta la luna y la navaja que corta el ojo, inaugura una nueva forma de ver, de sentir, momento cumbre de la poesía visual (el cual sigue conservando su poder perturbador a pesar de los años). A partir de ahí presenciamos viñetas insólitas de una apenas insinuada historia de amor imposible (tema capital de los surrealistas). El deseo de un hombre y una mujer (explícito para el público de la época que reaccionó de la manera que ya se imaginan) que rompe con la lógica del tiempo y el espacio, encontrará obstáculos (que son los que el propio hombre se a creado a lo largo de los siglos) y arrastrarlos no hace otra cosa que aumentar la pasión, las frustraciones del deseo son la autentica pesadilla contra las cuales queramos aceptarlo o no, nos revelamos.
Lo sorprendente para ese momento es que tan fracturada como se encuentran la idea misma de la narración, la película tenga una continuidad fascinante, casi musical (varias décadas después el propio Buñuel le añadió a la proyección un tango y fragmentos de la wagneriana Tristán e Isolda que utilizó también en la mexicana Abismos de pasión). Contemplamos la pasión contrariada de los protagonistas en medio de sucesos que aparentemente no tienen que ver uno con el otro (incluso desde el mismo título que sigue siendo un misterio a pesar de muchas explicaciones que otorgara Don Luis al respecto). El “érase una vez” es sucedido por un «varios años después” y este a su vez por un “en primavera” y “hacia las tres de la madrugada”, el orden cronológico es reinventado más que destruido. Contemplamos la exaltación del deseo representada por gestos lascivos (aún más procaces en su siguiente L’âge d’or), la pérdida de la identidad sexual (la imagen distanciada del joven vestido de doncella) o la mano despidiendo hormigas (como nueva versión irreverente del estigma de la cristiandad), para darse luego con la imagen de la venganza, los celos, la coquetería y su insólito castigo.
Batalla en la que confluyen todos los impulsos y sus represores y que se desarrolla acaso a la vista de muchos como inspiración de los actuales video clips, su filosofía y convicción niegan cualquier comparación de este tipo aunque muchos hayan intentado emular algo de la genialidad que se desborda en sus dieciséis pero contundentes minutos. En cada uno de ellos nos vemos desconcertados, removidos, sometidos ante el hipnotizador de los sentidos y la mente. El auténtico provocador que fue Buñuel acaso si al final disfrutaba del alboroto originado con una risa burlona y tal vez hasta siniestra.
Pocas veces se ha visto representado tan bien el sueño si se quiere. Las contradicciones del mundo en el que a veces no tienen cabida las nuestras, encuentran su tierra prometida en este otro más alternativo, suerte de nube en la que se puede siquiera por algún momento estar absolutamente libre. Viaje personal, muy sugestivo e inquietante el que nos propone esta película.
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