Dir. Wim Wenders | 147 min. | Francia – Alemania Occidental
Guión: Sam Shepard
Intérpretes:
Harry Dean Stanton (Travis)
Nastassja Kinski (Jane)
Aurore Clément (Anne)
Dean Stockwell (Walt)
Hunter Carson (Hunter)
Paris, Texas, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1984 y nominada a los Premios Oscar el año 1985, filmada en los Estados Unidos es quizá una de las cumbres de Wenders, el modélico road movie y que al alemán le viene como anillo al dedo. Travis, el protagonista es la versión extrema de su cine. No sabe quien es, ni adonde va, se encuentra a sí mismo deambulando en el desierto cual Adán recién moldeado y puesto a andar, poco a poco de manera tan aparentemente sencilla como ejemplar comenzará a tomar su rumbo y a descubrir lo que tiene que hacer.
Wim Wenders ha desarrollado toda una carrera como itinerante de lugar en lugar casi como buscando algo perdido, la esencia misma de su cine se nutre de esa errancia, sus personajes deambulan en el mundo moderno buscando la brújula que ellos y toda la sociedad han perdido quien sabe en que momento. En sus mejores películas se condensa ese sentido de la aventura y la improvisación de manera lírica y entrañable a pesar de su cierta formalidad.
Paris, Texas, realizada en Estados Unidos es acaso una de sus cumbres, el modélico road movie y que al alemán Wenders le viene como anillo al dedo. Travis, el protagonista es la versión extrema de su cine. No sabe quien es, ni adonde va, se encuentra a sí mismo deambulando en el desierto cual Adán recién moldeado y puesto a andar (mucho mas que el enamorado ángel Damiel de Der himmel uber Berlin, esa otra obra maestra), poco a poco de manera tan aparentemente sencilla como ejemplar comenzará a tomar su rumbo y a descubrir lo que tiene que hacer. El director maneja el nivel conceptual con absoluta genialidad, la estancia de Travis primero en el desierto y luego en casa de su hermano (una ciudad de Los Ángeles nunca percibida como tal en la periferia) el descubrimiento de Hunter y la búsqueda que inician ambos tiene la cualidad casi de reinvención de una narración que tiene de esencia de lo ya visto en el clásico pero que no deja de impregnarnos esa apariencia novedosa de verdadera expectativa por lo que vendrá. Esa doble dimensión de ludismo y a la vez reflexión sobre los mecanismos a poner en marcha no resultaría tan brillante si no fuera por el sentimiento que impregna cada una de sus imágenes. Cual poeta de la errancia como los cantantes blues que tanto admira, Wenders nos entrega ante todo una bella y emotiva balada, nos muestra una aparentemente sencilla historia pero que de sencilla no tiene nada, reflexión a si mismo de una forma o intención de narrar que en cierta manera se ha perdido con el tiempo.
Pero he ahí un momento más intencionalmente deslumbrante: la confesión en la cabina del club, punto culminante en el que Travis se convierte en el paradigma de todos los conceptos de Wenders, se develan los misterios, a pesar de no ver o tocarse, no habrá tiempo para ello. Ahora todo ha vuelto a su lugar. Trovador del camino como pocos así es el inolvidable Travis en las facciones de Harry Dean Stanton y con la conjunción de la visión del europeo hacen de Paris, Texas una experiencia difícil de olvidar, en la retina quedan esas arenas doradas, hasta las duras vías de concreto a sus extremos paisaje iniciatico por excelencia.
Jorge Esponda
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