To Kill a Mockingbird
“Matar a un ruiseñor es un pecado”, sentencia Atticus Finch (Gregory Peck), abogado de las buenas causas, padre de dos niños, de andar erguido y de modales impecables. La hija menor, Scout, nos narra sus pequeñas aventuras durante los veranos calurosos de Alabama, junto con su hermano Jem y un curioso pequeño, vecino de vacaciones. Como en todo vecindario, existe la casa oscura y misteriosa aquella que oculta algo que tarde o temprano desbordará la curiosidad de los niños.
Con esta mirada inocente de la vida apacible de un pueblo del sur americano, nos preparamos para el juicio central, uno donde los inocentes son acusados de crímenes que no cometieron y los acusadores se salen con la suya. La víctima, un negro acusado de violación, compartirá la misma suerte que un perro rabioso, al que hay que liberar de su miseria y mala fortuna.
Pero como muestra que quiza exista eso llamado justicia divina, un ruiseñor (debut de Robert Duvall), suerte de angel vengador, logra sin haberselo propuesto repartir sentencias más justas, precisamente lo que Atticus y sus dotes de abogado no pudieron lograr en la corte.
Esta es pues una muestra de la gran presencia que es y seguirá siendo Gregory Peck en el cine clásico americano. Nos deja una actuación entrañable y para el recuerdo.
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