Tony Wilson, uno de los propulsores de la New Wave en la Gran Bretaña de fines de los setentas es el protagonista de esta interesante cinta de Michael Winterbottom. A partir de su historia primero como conductor de un programa musical y luego como productor y animador de varias bandas fundamentales como Joy Division o Happy Mondays, nos va ofreciendo todo un caleidoscopio sobre la movida musical de Manchester. Episodio apenas tocado en algunas cintas pero que nos es mostrado por el director con toda gala y raudo ritmo.
Steve Coogan en estupenda actuación se encarna de dar vida a este poco conocido pero fundamental personaje del ambiente musical británico, es un personaje extraño, como los ídolos mismos de la efervescencia glam que lo precedieron, pero también algo neurótico y hasta soñador. Su entusiasmo por la música va más allá de un asunto de negocios. Pocas películas nos muestran este ambiente en su sencilla y cotidiana esencia, los proyectos y acaso las grandes creaciones se nos presentan desarrolladas en un ambiente de amistad, de camaradería, donde nada luce realmente fuera de lo común salvo las casuales extravagancias de algunos de ellos. Mas bien es el propio Tony el que se esfuerza por presentárnosla con la aureola del mito, desde ese primer concierto de una banda llamada Sex Pistols, pasando por los primeros acordes como quien no quiere la cosa de Love Will Tear Us Apart o Blue Monday.
Alrededor de todo esto está el show, el mundo de excesos (paradójicamente moderados en este film) la disco “La hacienda” se convierte en el point obligado, punto culminante del viaje de Wilson por una etapa clave del pop. Winterbottom nos hace sentir ese cariño melómano que ya no le hace falta confesar con palabras. A pesar de su intento de despegarse del romanticismo parece finalmente ceder ante aquella frase de John Ford que se cita en la película “entre la verdad y la leyenda hay que preferir a la leyenda”. Palabras sabias de un gran narrador que el inglés asimila con gusto esta vez.
Jorge Esponda
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