The Island
El archiexitoso Michael Bay vuelve a las andadas y nos trae este thriller futurista con la paranoia de la manipulación genética de fondo. Aquí vemos a un inquieto personaje al que conocemos solo como Lincoln (Ewan McGregor) formando parte de un gigantesco proyecto del cual no sabe más que sus congéneres todos ávidos por sacarse la lotería: un viaje a “la isla” el aparentemente único lugar en el mundo libre de la monumental contaminación que supuestamente es la causa del encierro en el que viven. Desde aquí ya podemos contemplar conceptual y visualmente los préstamos tomados de cintas como THX 1138 o The Matrix. Pero como la cosa tiene que tomar ritmo de alguna manera se deja de lado la exploración de esta neo sociedad para desatar la acción. Así nuestro héroe descubre la verdad y cogiendo compañera de viaje (Scarlett Johansson) se lanza al juego de atrápame si puedes.
Lo que seguirá es terreno conocido, a Bay ya no le interesa en ese momento si la consistencia de su trama sigue en pie sino de llenar los ojos como sea y aunque no lo hace tan mal como se esperaría (hay algunos momentos de persecución bien conseguidos) la capacidad sugestiva y claustrofóbica del inicio se pierde en ser apenas utilizada para comprometer el interés del espectador. Median por ahí el humor (a cargo nuevamente de Steve Buscemi) y alguno que otro momento romántico tratados como ya es costumbre por la gran fábrica: chatos y acicalados.
Nuevamente se da el caso de una premisa interesante despedazada por la presión de no ponerse muy “complicado” o “difícil” al respetable. Y no es que el nervio de la acción le pudiera quedar mal a una intriga como esta. Todo lo contrario, y ahí esta The Matrix para comprobarlo. El problema es cuando todo esta ejecutado sin mayor convicción y hasta con gratuidad. Si no basta con ver tan solo los móviles del héroe que son antojadizamente desviados para dar pretexto a las explosiones y la destrucción cataclísmica que todos los millones pueden lograr.
El hecho de que no le haya ido bien en el box office norteamericano ya nos dice de por sí que eso de confiar en una supuesta fórmula ganadora no siempre es redituable.
Jorge Esponda
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