Harry Potter and the Goblet of Fire
Dir. Mike Newell | 157 min. | Reino Unido – EE.UU.
Intérpretes: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ron Weasley), Emma Watson (Hermione Granger), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Brendan Gleeson (Alastor «MadEye» Moody), Maggie Smith (Prof. McGonagall), Robbie Coltrane (Rubeus Hagrid), Ralph Fiennes (Lord Voldemort), Timothy Spall (Peter Pettigrew), Miranda Richardson (Rita Skeeter), Stanislav Ianevski (Viktor Krum), Robert Pattinson (Cedric Diggory), Clémence Poésy (Fleur Delacour)
Estreno en Perú: 24 de noviembre de 2005
El nuevo año viene cargado de peligros para Harry Potter -ahora de 14 años- debe competir en el centenario Torneo de los Tres Magos y al mismo tiempo lidiar con los conflictos de la adolescencia. Estamos ante una historia que se deja ver más por la acción física y la espectacularidad de las escenas que por la singularidad del relato o la construcción de personajes memorables.
Llega a nuestras pantallas una entrega más de la taquillera saga del aprendiz de mago, esta vez dirigida por Mike Newell (Inglaterra, 1942) que anteriormente se hiciera conocido por sus trabajos para televisión y por películas como Cuatro bodas y un funeral (1994) y Donnie Brasco (1997) .
Los tiempos difíciles a los que aludía la publicidad previa a la película, se ven materializados en mayores peligros para Harry -ahora de 14 años- y nuevas responsabilidades y problemas producto de su entrada en la adolescencia, la película transcurre entre estas dos líneas y resuelve con desigual suerte estas disyuntivas.
Pero vayamos por partes. La película empieza con el trío de amigos (Harry, Ron y Hermione) que acuden a espectar la copa mundial de quidditch (deporte indescriptible, mejor lean la wiki del juego). Apenas iniciado el torneo se hacen presentes las huestes de Lord Voldemort (el enemigo jurado de Harry Potter) causando caos y terror, malas noticias para el bando de los buenos.
Entretanto, en la escuela Hogwarts, Albus Dumbledore y compañia tienen un nuevo reto este año, llevar a buen puerto el centenario Torneo de los Tres Magos, que enfrenta a tres representantes de afamadas escuelas de magia europeas: Hogwarts, Beauxbaton y Durmstrang, (o sea la atildada Inglaterra, la glamorosa Francia y una mixtura hosca y salvaje de Europa del Este). Será el Cáliz de Fuego del título, el encargado de elegir a los 3 concursantes (todos mayores de 17 años), sin embargo algo imprevisto ocurre y el cáliz añade a Potter a la lista, así son 4 los concursantes en el torneo de los tres magos (una pequeña dosis de absurdo que se agradece).
Las temerarias pruebas del torneo incluyen el enfrentamiento con animales mitológicos, una inmersión en el Lago Negro, llego de criaturas fantásticas y la reedición arbórea del laberinto de Creta, pero la verdad es que todo ello no es más que la preparación para el enfrentamiento más difícil para Harry, algo que lo pondrá al límite de sus fuerzas y cara a cara con su más formidable enemigo.
Pero hablábamos de dos líneas en el relato, y es que sucede que muchas de estas arriesgadas aventuras parecen pan comido frente al problema mayor que supone el arribo a edades complicadas. Las eternas disyuntivas de la adolescencia: los cambios de conducta, la inseguridad y los primeros escarceos amorosos hacen leña de los pobres aprendices de magos, por fin el largo relato potteriano encara el postergado asunto de la condición sexual de sus tres protagonistas principales (imaginen libremente las combinaciones posibles que conlleva el trío clásico de dos chicos y una chica) aqui la cinta adquiere el tono típico de las historias de adolescentes, incluido el clásico baile de promoción.
A pesar de entregar por momentos escenas logradas y bien llevadas, el conjunto luce disparejo, dando la impresión de ser una suma de eventos a cual más peligroso y espectacular, pero sin la fluidez de un buen relato fantástico, aquí son notorias las dificultades del guionista Steven Kloves (quien ha trabajado en las 4 películas de la saga) para comprimir las más de 700 páginas del libro de J. K. Rowling, mostrando por ratos a ciertos personajes que entran y salen sin contribuir a la eficacia del relato (es el caso de la periodista sensacionalista Rita Skeeter)
Como cabe en una superproducción de este tipo, el trabajo de fotografía y los efectos especiales son de primer nivel. Destacan la construcción de escenarios naturales y virtuales (el inmenso estadio del inicio, el Lago Negro de la segunda prueba) que aprovechan muy bien los parajes escoceses donde se rodó la película y los omnipresentes efectos que llegan a construir por si solos grandes partes del relato, sólo en contados momentos se logra una efectística que se entrelaza bien en la trama y conversa con los personajes (la claustrofóbica búsqueda en el laberinto final)
A nivel actoral hay que decir que ni con el cambio de edad mejoran los tres protagonistas principales, hay que tener una buena dosis de paciencia para pasar por alto sus muecas y frases aprendidas (Ron Wesley es a mi gusto el más detestable), en el bando de los mayores la cosa mejora algo pues la producción siempre se ha cuidado de tener un casting respetable (recordemos que han pasado por la saga Richard Harris, John Hurt, John Cleese, Kenneth Branagh y Gary Oldman) esta vez quien destaca es Brendan Gleeson como el nuevo profesor contra las artes oscuras, un deforme personaje marcado por un duro pasado, enemigo jurado de Voldemort y sus criaturas. Sin embargo llegan al hastío los repetidos clichés de los malos de siempre: Lucius y Draco Malfoy. En una trama ya de por sí previsible, estos personajes son uno de los puntos más bajos, no hacen sino hacernos desear que caigan fulminados de una vez por algún conjuro o sean convertidos en reptiles.
La música que acompaña esta entrega cumple con la función de crear las atmósferas épicas, de suspenso o de calma, pero no tiene mayor vuelo, es tal vez el resultado del alejamiento del inacabable John Williams que optó por trabajar en el score de Memorias de una Geisha, cediendo la batuta a un regular Patrick Doyle.
Un detalle totalmente anecdótico es la presencia -por demás abrupta en el relato- de una banda de rock en las celebraciones de navidad de Hogwarts. La banda en escena está conformada por Jarvis Cocker el ex líder de Pulp y Jonny Greenwood de Radiohead, músicos de talla haciéndose de un billetito en el fiestón de los pequeños magos.
En resumen podemos decir que las dos horas y media de esta entrega se dejan ver más por la acción física y la espectacularidad de las escenas que por la singularidad de la historia o la construcción de personajes memorables, suponemos que para la inmensa legión de pequeños fanáticos de Harry Potter nada de esto les sonará cierto (lo sé por experiencia, tengo el enemigo en casa) pero si nos remitimos a las entregas anteriores, esta cuarta cinta es por lo menos más lograda que las dos primeras (dirigidas por el nulo Christopher Columbus) pero inferior al tercer episodio dirigido por el mexicano Alfonso Cuarón.
Lo que si queda claro es que pase lo que pase, la saga completa será el más exitoso negocio de cine de todos los tiempos (y pensar que todo nació de la pluma de una profesora de clase media inglesa sumida en la depresión, esa historia, la de J. K. Rowling, seguramente será llevada en algún momento a la pantalla)
Luis Ramos
Enlaces relacionados:
Deja una respuesta