Dir. Alicia Scherson | 100 min. | Chile – Argentina
Intérpretes:
Viviana Herrera (Cristina)
Andres Ulloa (Tristán)
Aline Küppenheim (Irene)
Coca Guazzini (Laura)
Jorge Alis (Ricardo)
Francisco Copello (Milos)
La Ópera Prima de Alicia Scherson, tiene muchos elementos, situaciones y personajes de un “surrealismo cotidiano”, que quizás puedan parecer absurdos y forzados, pero que ponen en claro el universo de la directora. Como ella misma dice: Play es una fábula urbana, una pequeña canción pop sobre un hombre que busca y una mujer que encuentra.
Conocí a la directora de Play, Alicia Scherson (Santiago de Chile, 1974) los últimos días de noviembre en el Festival des 3 Continents en Nantes, Francia, festival donde la película ganó el premio del público. En una de las recepciones que siempre se daban cada noche, Alicia que recién salía de ver -si la memoria no me falla, la película libanesa- A perfect day, me habló de la grata impresión que el film le había dejado y me contó entusiasmada una de las escenas: el personaje empieza a discutir con su pareja, la pelea llega a un punto incontrolable y ella decide retirarse olvidando sus lentes de contacto sobre la mesa. Él en vez de devolvérselos se los coloca y aunque ve todo desenfocado decide salir así y recorrer las calles. Es como si ante la pérdida quisiera adoptar el punto de vista de su pareja y así ver literalmente todo con nuevos ojos. Esos detalles y elementos, me terminó diciendo Alicia, eran el tipo de cosas que siempre le gustaría incluir en sus películas.
Al terminar de ver Play entendí a que se refería Alicia, la cinta muestra a personajes tan singulares como una chica que suele oler a las personas para saber como son y que vive obsesionada con ser Chun Li, la china peleadora del videojuego Street Figther, o a un tipo que anda tan desconcertado con su propia identidad que los demás lo confunden con otra persona, en cierto momento le muestra a su ex-pareja que puede sacar mariposas de la boca.
Como ven la Opera Prima de Alicia Scherson, tiene muchos elementos, situaciones y personajes de un “surrealismo cotidiano” como he leído por ahí, que quizás puedan parecer absurdos y forzados, pero que ponen en claro el universo de la directora. Como ella misma dice: Play es una fábula urbana, una pequeña canción pop sobre un hombre que busca y una mujer que encuentra.
Ese hombre es Tristán, un joven ingeniero que a raíz de que su pareja lo abandona, pierde su maletín y empieza a recorrer las calles de Santiago, los bares y visita constantemente la casa de su madre. Un personaje con una fuerte carga existencial que anda buscando algo que ni siquiera sabe que es y como le dice en un momento a uno de sus trabajadores: Lo malo de pensar demasiado es que se termina cansando.
Cristina, una tímida joven mapucha que cuida a un anciano enfermo, es la mujer de la fábula. A diferencia de Tristán, ella siente curiosidad por conocer otras vidas, quizás porque cree que su vida no es muy importante. Es una especie de detective y alma salvadora que desde que encuentra el maletín de Tristán decide seguirlo y acercarse a su vida. La historia parte de esta simple anécdota para adentrarse en la vida de estos solitarios personajes.
La cinta cuenta con un trabajo visual y sonoro destacables. Lo primero que impresiona, es la visión de una directora con personalidad y lenguaje propios, preocupada por la estilización y el trabajo de darle a ciertas escenas una atmósfera y un toque “irreal”. Por eso el sonido juega un papel importante. La directora comenta que si bien en el guión había una clara propuesta de sonido, fue el trabajo del sonidista Miguel Hormazabal, el que le dio un vuelo diferente. El premio a mejor directora en el festival Tribeca de Nueva York y recientemente el premio de ópera prima en el festival de la Habana, es un reconocimiento al conjunto de su propuesta.
Pero al mismo tiempo que demostrar sus virtudes, la narrativa tiende a mostrarse algo confusa, sobretodo en la primera parte, donde cada uno de los personajes principales va desarrollándose sin ningún tipo de conexión, esto junto con algunos excesos en las escenas con personajes secundarios, hace que por momentos la historia se muestre dispersa y densa.
Alicia Scherson, junto con jóvenes directores como Matías Bize (Sábado, En la cama) y Sebastián Campos (La sagrada familia), forma parte de lo que algunos han venido en llamar el nuevo cine chileno. Todos ellos alrededor de los 30 años han aprovechando las ventajas y los bajos costos de la tecnología digital (Play fue grabada en HD) y cuentan historias con mayor libertad y con un fuerte filo personal.
La creación reciente del consejo del Arte y la Industria Audiovisual en Chile, que en su primer concurso de 2005 ha premiado varios proyectos: 24 guiones, 9 largos de ficción y documental y 9 medios y cortometrajes entre otras categorías, será vital para este impulso.
Ojalá que estas experiencias sigan multiplicándose en otros países por el bien del cine Latinoamericano.
Héctor Gálvez
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