The Virgin Suicides
Dir: Sofia Coppola | 97 min | EE.UU.
Intérpretes:
James Woods (Sr. Lisbon)
Kathleen Turner (Sra. Lisbon)
Kirsten Dunst (Lux Lisbon)
A.J. Cook (Mary Lisbon)
Hanna R. Hall (Cecilia Lisbon)
Leslie Hayman (Therese Lisbon)
Chelse Swain (Bonnie Lisbon)
Danny DeVito (Dr. Horniker)
Josh Hartnett (Trip Fontaine)
Basada en la novela del mismo nombre de Jeffrey Eugenides (1993), la primera película de Sofía Coppola cuenta la historia de las hermanas Lisbon. Cecilia. Lux. Mary. Therese. Bonnie. Casi un poema si lo repites lentamente. Las vírgenes suicidas es una canto terrorífico, sublimado y presentado a manera de cuento de hadas en donde la belleza sólo es la careta del drama.
En medio de la típica cotidianeidad norteamericana de los años setenta, donde las niñas pasean sus perros, las señoras riegan sus jardines y los chicos pasean en bicicleta, el ruido de sirena de ambulancia parece no tener espacio. Sin embargo, así empieza la película con el ruido de sirena como el único trasgresor de esa bella rutina. Con ese ruido haciéndose más fuerte cada segundo.
Las vírgenes suicidas es una canto terrorífico, sublimado y presentado a manera de cuento de hadas –con enormes vestidos blancos y largas cabelleras rubias- en donde la belleza sólo es la careta del drama. Y es que hay dos maneras de salir bien librado de un drama: el humor o la exaltación esteta. Las vírgenes suicidas escoge el segundo camino y convierte una película de terror en un precioso retrato de la adolescencia, con cinco nínfulas perfectas rodeadas de un escenario de colores encendidos.
Basada en la novela del mismo nombre de Jeffrey Eugenides (1993), la primera película de Sofía Coppola cuenta la historia de las hermanas Lisbon. Cecilia. Lux. Mary. Therese. Bonnie. Casi un poema si lo repites lentamente.
A la mejor manera de un reality actual las hermanas son abordadas por los ojos de todos los vecinos, quienes encuentran en el voyeurismo una manera de darle sentido a su rutina. Las envidian, critican a sus padres. Todos las observan. Sobre todo un grupo de muchachos –donde fácilmente podría estar Kevin Arnold de «Los años maravillosos»- enamorados todos. Y son ellos los que cuentan la historia. Un narrador plural que las rastrea y re-escribe su historia a partir de diarios, fotos, discos, recuerdos que conforman el enorme mosaico Lisbon.
Y así las conocemos. Sobre todo a Cecilia (Hanna Hall) y a Lux (Kirsten Dunst). Y gracias a ellas nos quedan postales. Cecilia descalza encima de un árbol, escribiendo en un pastizal, respondiendo “Obviously, Doctor, you’ve never been a 13-year-old girl” («Obviamente doctor, Ud. nunca ha sido una niña de 13 años»). Lux mostrando el hombro, despertando en el grass, sonriendo en el colegio, guiñando el ojo, pasándole el chicle, en un beso, a Trip Fontaine (Josh Hartnett).
Cuenta la leyenda que fue Thurston Moore, de la banda neoyorkina Sonic Youth, quien le regalo el libro de Eugenides a Sofía Coppola, y que ella escribió el guión mientras escuchaba el Moon Safari del grupo francés Air. Justamente estos últimos son los que terminan de darle forma a la película. Las canciones compuestas exclusivamente para la cinta marcan cada escena y nos transportan a escenarios de ensueño pasados. Tenue nostalgia que sumada a Todd Rundgren, Sloan o a Gilbert O’Sullivan se convierten en las canciones perfectas para transmitirlas enamoradísimo por teléfono.
Decir que Las vírgenes suicidas está en la línea del cine independiente norteamericano o agruparla junto a películas menores como American Beauty o Happiness es restarle créditos. Se puede discutir –y eso- con la obsesión de la directora con Kirsten Dunst, con su rostro, cabello, hombros, sonrisa, labios, piernas. Pero quién no. Y es así que Dunst se adueña de la película de una manera sutil. Como las Lisbon, cinco chicas repletas de silencios, cinco chicas gesticulares, a quien nadie parece comprender. Ni sus padres, ni el psicólogo, ni el cura, ni los vecinos, ni sus contemporáneos, ni el espectador mismo. Ellas solo tienen su cuerpo y belleza como únicos moderadores. Y esa justamente fue su condena.
Miguel Sánchez Flores
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