Dir: Ricardo de Montreuil | 90 min | EE.UU.
Intérpretes:
Bárbara Mori (Zoe)
Christian Meier (Ignacio)
Manolo Cardona (Gonzalo)
Bruno Bichir (Boris)
Angélica Aragón (Cristina)
Beto Cuevas (Padre Santiago)
Gaby Espino (Laura)
Estreno en Perú: 12 de enero del 2006
Segunda adaptación al cine de la relativamente corta, pero ya bastante comentada obra literaria de Jaime Bayly. En esta ocasión nuevamente la dirección corre a cargo de un realizador peruano, Ricardo de Montreuil quien está afincado en EE.UU. Al igual que en No se lo digas a nadie nos encontramos ante un retrato disconforme de la clase alta en Latinoamérica. Pero esta vez la historia se concentra exclusivamente en narrar los conflictos amorosos de sus protagonistas.
En esta ocasión tenemos como eje de la cinta a Zoe (Bárbara Mori) una insatisfecha e inquieta mujer casada con Ignacio (Meier) heredero y administrador del negocio familiar cuyo matrimonio se encuentra en constante conflicto, y claro, tal situación reclama un quiebre en algún momento. Este se presentará en la figura de Gonzalo (Cardona) el hermano menor de Ignacio dedicado a la pintura pero que vive también de las rentas familiares y con un extraño rencor hacia su hermano. Planteadas así las cosas, casi de manera sumaria, no es difícil suponer a donde se dirige la historia.
Pero además de lo anterior, hay en la cinta componentes no tan desdeñables que poco a poco se irán conociendo sobre la rivalidad y los rencores guardados entre los hermanos. La película – ópera prima de su realizador- en cambio resulta más bien sosa y previsible, y eso con respecto a su tratamiento. Si bien es innegable el lujo de recursos con los que ha contado la producción, estos apenas se manifiestan en momentos como los créditos iniciales o la ambientación que hace alusión a esa Latinoamérica arribista, lo que le da una sensación de falsedad. Pero la película más que cinematográfica conversa entre lo clipero y lo telenovelero (presencia mayor del tema con Angélica Aragón y su rostro bonachón de por medio).
Esta película toma la posta ahí donde se quedó No se lo digas a nadie y si hay una virtud en estas novelas es el distanciamiento del tono dramático que se toma Bayly con diálogos de cierto ingenio y bastante humor. Pero en la película no se ven expresados ninguno de estos aciertos. Por el contrario, se queda en una anécdota plana que apenas en algunos instantes logra expresar su trasfondo inconforme.
En el plano de la actuación tenemos a Bárbara Mori, una actriz indudablemente bella, pero absolutamente incapaz de expresar toda la compleja interioridad de Zoe, zarandeada entre sus deseos y sus deberes para afuera (como el Joaquín Camino de No se lo digas a nadie). Meier y Cardona salen algo mejor librados. El primero logra expresar esa ambigüedad necesaria a pesar de lo poco desarrollado de la dirección y el segundo está bien como el descarado y rencoroso hermano.
Pero fuera de estos aciertos individuales no encontramos mayor virtud en una cinta que para completarla puede incluso aburrir (a pesar de llegar apenas a la hora y media).
Jorge Esponda
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