Danny the Dog
Dir. Louis Leterrier | 102 min. | EE.UU. – Francia
Intérpretes:
Jet Li (Danny)
Morgan Freeman (Sam)
Bob Hoskins (Bart)
Kerry Condon (Victoria)
Estreno en Perú: 2 de marzo del 2006
El francés Luc Besson ya desde hace buen tiempo en su faceta de productor se ha especializado en ofrecernos toda una serie de cintas de acción en las que intenta llevar al límite lo verosímil de sus historias. Con toda su idiosincrasia europea se ha dedicado a darle un toque distinto al común de las aparatosas cintas de golpes y destrucción. Desde Nikita y The Profesional (las que el mismo dirigió) hasta Kiss of the Dragon y The Transporter nos lo muestran con la maña necesaria para atraer al gran público bastante desengañado para presentarles la fórmula de siempre pero con empaque distinto. Ahora Danny the Dog viene a ser la cumbre de sus mecanismos.
Danny (Jet Li desconcertante) es literalmente un perro, obediente a su amo más por producto de algún lavado cerebral que por cariño. Solo basta que su amo le quite el collar y le ordene atacar para comenzar su labor de mastín. Así acompaña a la pandilla como si lo sacaran a pasear de antro a antro y garito a garito. Historia jaladísima de los pelos (como si se tratara de algún sueño de Jerry Bruckheimer tras una noche de leer a Sade), pero que no obstante el productor y su director (el también francés Leterrier) convierten en una película llevadera de principio a fin. Y ese es el fin de esta película que hasta llega a convertirse en una verdadera curiosidad.
Así vemos a Danny huyendo de su violenta rutina y conocer los sabores de una vida alternativa pacífica amansado por los acordes de un piano al lado del bondadoso Sam (Freeman) y su hijastra (Condon). Pero ya se imaginaran que la cosa en una cinta de este tipo no puede seguir así por mucho. Y así durante varios pasajes vemos al domestico Danny aprendiendo a convivir en armonía antes de finiquitar asuntos pendientes con su vida pasada. Acelerando o desacelerando, los realizadores saben dar en la yema del gusto y hacer pasar un buen rato sin obsesionarse con nada más, incluyendo la supuesta originalidad que quieren exhibir.
Los recursos para conseguirlo son la rápida exposición y giros, el aireo con secuencias cómicas alrededor del descubrimiento y el sencillo compromiso del espectador con la historia para que vuelva a entrar en escena el conflicto. Todo esta manejado como una aplicada sucursal de las majors que sabe darle el tiempo justo a cada tramo de la narración. A pesar de que por ahí alguien pueda quedar maravillado y a la vez frustrado por encontrar una historia distinta en las cintas acción comunes y silvestres, y a la vez que fuera tan ligera. Buscarle mayores matices o complejidades ya está de más.
Probablemente ponerse a pensar en un acercamiento más serio a un film como este terminará en la sonrisa de muchos y es que es así sin más. Hay en verdad en esta maquinaria algo que hace de Danny the Dog un espectáculo llevadero y creo que no necesita mayor explicación.
Jorge Esponda
Deja una respuesta