The Hills Have Eyes
Dir. Alexander Aja | 100 min. | EE. UU.
Intérpretes:
Aaron Stanford (Doug), Kathleen Quinlan (Ethel), Vinessa Shaw (Lynn), Emilie de Ravin (Brenda), Dan Byrd (Bobby), Robert Joy (Lizard), Ted Levine (Bob Carter)
Estreno en Perú: 27 de abril de 2006
Película que ha generado cierta expectativa debido principalmente a su director el francés Aja de quien viéramos la sanguinolenta Haute tensión. Realizada en su país, la película era impactante por la crudeza de su gore que se acercaba al menos en ese nivel a las irrespetuosas e innovadoras imágenes que dejaron las pioneras setenteras, incluyendo la película de Wes Craven de 1977 en que se basa esta nueva realización, ahora dentro del territorio americano. El resultado lamentablemente no mantiene la fibra ni el descaro de la anterior y es que el síndrome pacato del mainstream al parecer no le ha dejado obrar a su modo en esta oportunidad.
Este es el caso típico de una realizador que llama la atención con alguna película curiosa que revela rápidamente un talento explotable a los ojos de la gran industria y es convocado por el cine americano para desarrollar algún producto de susto pero sin pasarse de la raya. Tal al parecer ha sido la encomienda y Aja la asume de manera práctica. Se limita a plantar el plot original y darle algunos toques y resoluciones que le concedan cierta contemporaneidad. La familia reunida para disfrutar de un hermoso paseo por los inmensos parajes de su país los llevará a pasar por tierra baldía, la nada en medio de la prosperidad. Hasta allá llegarán y quedarán varados por obra y curiosidad de los extraños y únicos habitantes de esta desolación absoluta. Los mismos ojos que vigilan desde las colinas, restos de lo que alguna vez se llamó humanidad para convertirse en una versión paralela y a su vez simbólica. Una sociedad asesina y devoradora.
La pandilla abominable que sensacionalismos del guión la convierten en un resultado monstruoso de las pruebas atómicas que la paranoia de la era atómica dejó en esta tierra, acaso considerada menos que un basurero. Pero mas allá de ello son reflejo de conductas llevadas tal vez por el estado de necesidad constante hasta un nivel en el que no se percibe la maldad como tal. Hasta allá los civilizados ciudadanos acudirán solo para enfrentarse a esta regresión a la etapa de la ley del mas fuerte. El director hasta acá tenía para presentar todo un poderoso retrato de la lucha por la supervivencia mas cercana a Deliverance que a una gore propiamente dicha. Pero su techo resulta limitado, acaso si mas bien se acerca a las rutinarias cintas de horror actuales que tienen a Hostel como última moda. El insinuado ataque del mal dilata su presentación hasta bien avanzado el metraje. La larga espera finalmente resulta en un decepcionante espectáculo que se pretende crudo a la vista sensible pero que no llega a lucirse como tal. Gran diferencia con las experiencias de los auténticamente transgresores gestores del género.
Es ese horror actual que se vende como aterrador pero que finalmente no cumple con lo que anuncia. Si su película anterior resultó sorpresiva porque no se esperaba tanto descaro, aquí la expectativa se defrauda por lo contrario. Valgan verdades el morbo es un elemento fundamental en la interacción de las cintas gore y sus espectadores. No hay mayor inquietud ni en los momentos mas pretendidamente espectaculares como la entrada de Doug (uno de los infortunados visitantes) al pueblo fantasma habitado por los malsanos cazadores que cumpliendo con la tradición de la caricatura son la pura expresión de la amoralidad. Contradicción mayor a partir de ello que estos seres completamente instintivos insistan y machaquen toda una serie de explicaciones a sus labores y costumbres caníbales como lo hace en algún momento un supuesto líder de la jauría.
Mas allá de que incluso esta lucha a vida a muerte se revista de cierto heroísmo como si se tratara de una misión religiosa, la cinta no deja de tener un gusto malsano. Lo mejor de la cinta se reduce al inicio en el cual estamos a la expectativa por el espectáculo macabro con todo el interés, para ello cuenta la notable secuencia de los créditos. Un ama de casa linda y casta de sitcom prepara un lindo pastel que no es otro que un hongo de explosión atómica seguido de imágenes bizarras insertadas acá y allá. Ingeniosa y estremecedora asociación que fácilmente se nos queda grabada en la memoria.
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