Lord of War
Dir: Andrew Niccol | 122 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Nicolas Cage (Yuri Orlov)
Bridget Moynahan (Ava Fontaine Orlov)
Jared Leto (Vitaly Orlov)
Ethan Hawke (Jack Valentine)
Ian Holm (Simeon Weisz)
Estreno en Perú: 27 de abril del 2006
El espinoso tema del negocio armamentista (al menos el que se desarrolla por lo bajo) es la materia prima de la cual se vale esta película para narrarnos la vida y obra de uno de sus traficantes de altos vuelos como si de un Scarface de la pólvora se tratara. Nicolas Cage interpreta a este señor proveedor que decide o no el curso de los eventos históricos como queriendo no tener que darse cuenta. De acá se inicia toda una mirada reflexiva alrededor del siempre circundante mal de la guerra y la violencia generalizada a cargo del director Niccol quien siempre parece interesado en algunos de los más soterrados miedos de la hipertecnología y de la humanidad entrando en este nuevo siglo. Tal había sido el interés de Gattaca y Simone aún siendo muy diferentes entre sí como lo es también esta visión panorámica a las posibilidades de la gran y ominosa presencia del belicismo y sus herramientas presentes desde los primeros pasos del hombre sobre la tierra.
Yuri Orlov (Cage) es el señor de la guerra quien como en muchas grandes epopeyas nos narra en primera persona su ingreso al mundo del tráfico de armamento. La película se delinea a sí misma como una crónica de la arrolladora embestida de este negocio a niveles colosales en las últimas décadas. Aunque su narración omnipresente resulte casi tan convencional como la de la reciente The Weather Man, al menos por las mayores posibilidades épicas es mucho más llevadera. Así vemos a Yuri como el ideal del emigrante cumpliendo el american dream. Descubriendo las mañas del empresario comenzará su ascenso y a la vez su paseo de la mano con la doble moral y la evasión de los compromisos con todo aquello que sucede cerrando un trato. Como citan muchos personajes de similar casta se dedica a ser un profesional y nada más.
Es así que la película se esmera no sólo en presentar cada detalle de la particular vida de Yuri sino también en ser toda una acusación alrededor de las ganancias que se generan a partir de las muertes. Tanto si fueran ventas legales y publicitadas de gobierno a gobierno como en el mercado paralelo y mucho más extendido del comerciante con rostro de ingenuo que aparece con una sonrisa frente a sus posibles compradores: los líderes y poderosos mayormente del tercer mundo. Las posibilidades tecnológicas y la variedad de recursos inflaman la hoguera de destrucción como los repentinos cambios sociales y políticos. Así Yuri desarrolla su background desde la guerra en el Líbano y el narcoterrorismo latinoamericano hasta el sin fin de conflictos y guerras civiles de la maltratada África. Como se dice en un momento, “las balas mueven gobiernos mas rápidamente que los votos”.
La dura sentencia de la película se desenvuelve a partir de una narración así de ágil y eficiente todo el tiempo. Pero siempre esta la tendencia de querer explicar todo aquello que no es necesario y ello tal vez la lastre un poco. A pesar del reparo no deja de ser llevadera nunca y de ello se encarga Niccol quien intenta no dejar de lado todos los posibles aspectos que orbiten alrededor de la función en el mundo que lleva a cabo este personaje que hasta cierto punto se asume como necesario. Desde su familia ignorante de su doble vida hasta ese perseguidor interpretado por Ethan Hawke. Lo llamativo es que con toda la pinta de cine de acción la película sea verdaderamente clara en su crítica con respecto a las fuerzas conservadoras dispuestas a seguir difundiendo el arte de la guerra allá donde las lejanas miradas y oídos de la civilización puedan escuchar. Tal vez mucho de eso la haya afectado en la taquilla.
Cada frase vertida del confesional capo reflexiona acerca de toda la importancia de su actividad tanto como si fueran los vehículos de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas. Se asume como un mal aunque no quiera pero también como una necesidad para el orden social. Tan espeluznante como que los países permanentes en el consejo de la ONU sean precisamente los mayores comerciantes de armamento del orbe. No es que el ser ilustrativa la haga mejor película pero las buenas intenciones nunca están de más y el desenlace es totalmente consecuente con la consigna. Como quiera que fuese y aún cuando no llega a techos creativos muy altos, este señor de guerra no deja de plantar la inquietud ante las posibilidades de la expansión de este multimillonario negocio cada vez tan sofisticado y colosal como cada vez perfectos son los alcances de tiro de sus productos.
Jorge Esponda
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