Nae meorisokui jiwoogae
Dir. John H. Lee | 117 min. | Corea del Sur
Intérpretes:
Woo-sung Jung (Cheol-su)
Ye-jin Son (Su-jin)
Jong-hak Baek (Seo Yeong-min)
Sun-jin Lee (Ahn Na-jeong)
El novel realizador coreano John H. Lee nos regala su opera prima basada en un argumento tan simple en esencia, una historia de amor sobre todas las cosas, una chica perdida por el desamor de verse abandonada por un hombre casado se encuentra con un hombre de aspecto desaliñado que trabaja en una obra que es administrada por el padre de ella, en un encuentro absolutamente casual (por prodigio del guión), ellos se enamoran.
Cualquiera que se enfrente por primera vez ante esta película y que no tenga un mínimo de conocimiento de la cinematografía coreana e incluso oriental, suponemos que tendría ciertos perjuicios para optar por esta cinta, teniendo en cuenta que lo poco que se conoce por parte de un espectador promedio de las tendencias del cine asiático, están reflejadas en algunos directores habituales a festivales como lo son Kim Ki-duk o Wong Kar-wai (sin que esto sea un demérito o un prejuicio) y por el lado más comercial, las películas de artes marciales con el toque de historia, romanticismo y lirismo que les impregnaron directores como Zhang Yimou (Hero) y Ang Lee (El tigre y el dragón).
En este tipo de cine que ha invadido occidente, en los últimos años se puede apreciar como elemento recurrente de todas las películas reseñadas, la sensibilidad y romanticismo reflejadas en sus imágenes, sus dialogos e incluso sus historias, todas creadas en universos históricos y fantasiosos (Hero y El tigre y el dragón) o en bizarros universos (Kim Ki-duk) o elegantes y estilizadas puestas en escena (Wong Kar-wai).
Poco se conoce, respecto a la propuesta de películas románticas o dramas más urbanos y acordes con los tiempos que vive el oriente, en cuanto a modernidad y su entrada a un mundo más globalizado. Hoy en día es evidente que el coreano sin que reniegue de su pasado, quiera verse reflejado en su cinematografía local con historias menos fantásticas, más creíbles y más humanas, donde la sensibilidad y el romanticismo que, tanto gusta en occidente, se encuentra presente pero con un toque de cotidianeidad y realismo que golpea el alma, haciendo que sus películas tengan y posean un sello distintivo frente a cualquier película occidental que argumentalmente se le parezca.
Esta película que hoy reseñamos, es el ejemplo más latente de todo lo previamente descrito, el novel realizador coreano John H. Lee, quien estudió cine en occidente, nos regala su opera prima basada en un argumento tan simple en esencia, una historia de amor sobre todas las cosas, una chica perdida por el desamor de verse abandonada por un hombre casado se encuentra con un hombre de aspecto desaliñado que trabaja en una obra que es administrada por el padre de ella, en un encuentro absolutamente casual (por prodigio del guión), ellos se enamoran. Esta primera parte de la cinta es sublime desde todo punto de vista artístico, la historia, la frescura de las actuaciones, la música y la fotografía, se aúnan para regalarnos uno de los momentos más hermosos que he podido disfrutar de una historia romántica.
Sin embargo toda esta hora y media de romance acaba en un matrimonio, donde la felicidad parece abrazar a esta pareja, pero el director sabe como sutilmente ir dejando guiños, adelantándonos que algo efectivamente no es color de rosa, por lo que de pronto, sin revelar nada que afecte la sorpresa del que la vea, nos destroza las entrañas con una revelación, tan real y cruda como la vida misma. Lo más hermoso de esta cinta, es que frente a esta unión de romance y drama, siempre prevalece la vena romántica por lo que uno se sentirá desgarrado con las imágenes y las situaciones que vive la pareja protagonista, pero a la vez se sentirá perfectamente restablecido cuando se de cuenta de todo lo que conlleva las relaciones humanas y todo lo que uno puede pasar por amor.
Esta sensación no podría reflejarse en pantalla sin la presencia de actores como la hermosa y joven Son Ye-jin y el actor Jun Woo-sung en el papel masculino cuya química y entrega en pantalla es un aliciente para seguirlos a lo largo de esta hermosa y a su vez tormentosa historia.
Imprescindible película escrita y dirigida por un novel John H Lee, que debe ser vista, no por el solo hecho de ser asiática, sino que es una historia de vida, un mensaje de amor y sacrificio, una historia de fe y esperanza, que en manos de cualquier occidental estaría hoy adornando alguna tarde de cable del canal Hallmark, pero que en manos de este oficioso novato nos regala una obra maestra que solo la sensibilidad coreana nos puede ofrecer.
En síntesis, una de las películas más taquilleras en Japón en el 2005 y un éxito en Corea en el 2004, esas películas que te marcan y que te obligan a seguir buceando en este cine coreano tan sensible y eficaz para contar historias tan simples como la vida misma, pero con una maravillosa capacidad de tocarnos el alma cada vez que ponemos ojos y corazón a ellas.
Alex Guerrero
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