Seom
Dir. Kim Ki-duk | 86 min. | Corea del Sur
Intérpretes:
Jung Suh (Hee-Jin)
Yoosuk Kim (Hyun-Shik)
Sung-hee Park (Eun-A)
Jae-hyeon Jo (Mang-Chee)
Un hombre alquila una pequeña casa flotante, aparentemente para la pesca, en una especie de islote regentado por una joven sordomuda que provee de carnadas y anzuelos a los pescadores y que además, brinda otros placeres, como lo es la prostitución, toda vez que estos modulos de pesca les sirve a estos seudo pescadores como prostíbulos flotantes. Un hombre llega a este islote, ocultando un secreto, lo que lo hace enigmático y silencioso, despertando la atención de la joven sordomuda con la que inicia un enfermizo amor entre el sadomasoquismo y la tortura.
A grandes rasgos, esta es la premisa por la que se nos presenta uno de los primeros y más interesantes trabajos de Kim Ki-duk, director coreano que quizá sea uno de los más influyentes del panorama actual en Asia. Esta cinta pertenece a su primera etapa, más cruda, violenta y explícita, pero con un lirismo y paralelismos que rozan lo sublime a pesar de las imágenes
fuertes y repulsivas, incluso comparadas por algunos con Audition de Takashi Miike, antes de cambiar radicalmente a un estilo más reposado pero no menos perturbador que su período actual, donde destacan cintas como 3-Iron, Samaritan Girl e incluso, la ya estrenada en Lima, Primavera, verano, otoño, invierno…y primavera.
Kim Ki-duk filma esta película en un universo amplio pero a la vez lejano como lo es este islote, conformado con micro universos aislados e incomunicados que albergan personajes tan fantasmales como criminales, hombres que salen de pesca como excusa para gozar de la prostitución o refugios para escapar de algun crimen o pecado cometido, como es el caso del personaje que llega a la vida de esta joven sordomuda.
Este enigmático personaje masculino, es un ex policía que acaba de dar muerte a su novia infiel y a su amante, quien se refugia en la casa flotante con la finalidad de quitarse la vida para escapar y redimirse del crimen cometido. Sin embargo, al intentar quitarse la vida, es salvado por la sordomuda quien se ha enamorado de él.
Ella está cansada de ser manipulada por los hombres que la visitan en esa isla, a pesar de su aparente fragilidad se esconde una mujer torturada por el maltrato al cual se le somete por un puñado de billetes. Sin embargo, silenciosamente ha aprendido a utilizar el ambiente que la rodea para vengarse o husmear, convirtiéndose en un fantasma que ronda las incidencias de cada una de las casas flotantes.
Ambos, son personajes cansados de sus miserables vidas, en ellos mismos encuentran consuelo haciendo el amor, pero a la vez se siente culpables de lo que son, por lo que deben motivar su dolor torturándose, uno de ellos tratando de matarse y la otra tratando de evitar la ausencia del ser amado
(el uso de anzuelos, como metáfora, en dos escenas tan crudas como memorables), en ambos casos, hay algo que los une y les impide separarse, para lo cual Kim Ki-duk magistralmente establece que ese hilo que los conecta es la caña de pescar, la cual siempre los rescata, simbolizando el amor que a pesar de lo monstruoso que parezca, une a esta pareja.
Si se puede codificar, esta etapa de Kim Ki-duk, podríamos estar hablando de una poesía marcada por la violencia, utiliza el ambiente y lo decora con bellas imágenes y paisajes, sin embargo, el ser humano y sus conductas transgreden a esta naturaleza convirtiendo algo tan perfectamente hermoso en un lugar sucio y bizarro por la presencia de los personajes que rodean este sitio. El director filma su pelicula con una cámara temeraria, escenas bajo el agua, tomas de sexo lejanas como si de un voyeur escondido tras una ventana se tratase, en otras filma sin ascos ni aspavientos, mostrándonos la violencia en forma directa, pero que en el resultado final nos deja más que satisfechos por su narración de la historia, a través del uso del silencio, el medio ambiente y la pesca, como instrumentos para traducir lo que el director quiere transmitir.
Una pelicula distinta pero muy al nivel del coreano que guarda a mi gusto mucha relación con 3-Iron, el uso de un personaje mudo, la interacción de los personajes con el lugar donde se encuentran, la simbiosis que hace el personaje para adaptarse al ambiente que le toca estar, un amor tortuoso, entre otras similitudes salvo el nivel estético que en esta cinta no es malo, pero que en 3-Iron llega a su máxima expresión.
En sintesis, cada pelicula de este director jamás me deja indiferente, además que visionar su cine ocupa un esfuerzo mayor no solo visual sino emocional, porque abrirse a Kim Ki-duk y tratar de expresar lo que el quiso sentir, es una prodigiosa experiencia.
Alex Guerrero
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