Adolf Hitler además de ser medio racistón, megalómano y un poco mal geniado, era tacaño, bien amarrete. Cuando veía los precios en un restaurante se ponía rojo de cólera, se le desacomodaba el bigote y se despeinaba dando golpazos a la mesa. ¿No me creen? Pues aquí hay un video que lo prueba. Es la «versión argentina» de La caída (Der untergang, 2004). Como para ahogarse de la risa. Heil!!
(Vía Menéame)
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