Dir. Akihiko Shiota | 132 min. | Japón
Intérpretes:
Hoshi Ishida (Koichi)
Mayako Koda (Michiko)
Mitsuki Tanimura (Yuki)
Tôru Shinagawa (Abuelo)
Kanaria nos sitúa en la vida de Koichi, un niño de 12 años practicante del culto Nirvana. Obligado por su madre a separarse de su pequeña hermana, decide rebelarse a la imposición de este dogma y escapar de estas cadenas religiosas esclavizantes en busca de su hermana que ha sido arrebatada por sus propios abuelos. En su camino y búsqueda se cruza con una menor de su misma edad, llamada Yuki, maltratada por su padre y dedicada a la prostitución infantil. A punto ser violada, ella es “rescatada” milagrosamente por Koichi.
Mi vinculación con el cine japonés en estos últimos meses ha ido creciendo, salvo Kitano, Kitamura y un poco de Miike, conocía muy poco de su pasado y de su presente, porque siempre tuve la mala percepción que se trataba de un cine muy interesado en lograr la excelencia artística por parte de sus directores noveles, como si todas sus películas estuvieran destinadas a buscar ganar festivales, impregnándole a la gran mayoría de sus cintas ese ritmo lento que intenta retratar la realidad de una manera angustiosamente pasiva.
Hoy, ya un poco más curtido con el panorama cinematográfico japonés, debo decir que quizás esta cinta fue la que rompió esos prejuicios infundados, ya que pertenece a una nueva ola de cineastas japoneses que tratan de quebrar la monotonía y costumbrismos del cine japonés, en base a historias más comprometidas con temas sociales tan controvertidos como la intolerancia religiosa, la pérdida de la inocencia, la prostitución infantil y las brechas de comunicación que hay entre los adultos y los niños, causales de rupturas familiares entre otros males.
Kanaria (o Canary, su título en inglés) no es una historia sencilla, en primer lugar, nos sitúa en la vida de Koichi, un niño de 12 años practicante del culto Nirvana (secta religiosa que se atribuyó en Japón un atentado con gas sarín en el Metro de Tokio). Obligado por su madre a separarse de su pequeña hermana, decide rebelarse a la imposición de este dogma y escapar de estas cadenas religiosas esclavizantes en busca de su hermana que ha sido arrebatada por sus propios abuelos. En su camino y búsqueda se cruza con una menor de su misma edad, llamada Yuki, maltratada por su padre y dedicada a la prostitución infantil. A punto de ser violada, ella es «rescatada» milagrosamente por Koichi.
Así ambos niños inician una especie de road movie hacia Tokio con la finalidad de encontrar a la hermana menor de Kioshi. Cada uno con sus propios códigos morales, intenta lograr sobrevivir en el camino, uno con sus trabas impuestas por el culto extremista y la otra con las posibilidades que le da el reconocerse mujer a pesar que este encerrada en el cuerpo de una niña, una pequeña cuya coraza se encuentra resquebrajada por falta de afecto.
Dirigida por Akihiko Shiota, esta película es una historia nada fácil pero lo suficientemente ágil y dinamica para entenderla, sin perder ese preciosismo en sus imágenes y diálogos que la hacen una cinta más que interesante. Shiota sabe reflejar los problemas de la niñez y cómo el ambiente adulto los transforma, para bien o para mal. Sin embargo, estos niños tienen que ser capaces de tomar sus propias decisiones sobre su futuro. Es por ello, que según Shiota, esta cinta es un experimento, donde así como los policías usaban canarios para verificar si existían focos de gas sarín en el ambiente, en la película, se introduce a estos dos niños en situaciones de hostilidad y peligro en un ambiente enrarecido por la intolerancia e hipocrecía de una sociedad japonesa, con la finalidad de establecer sus capacidades de supervivencia e interrelación aislándose de ese mundo adulto que los ignora.
Muy recomendable para los que quieren ver un drama serio y además realizado con pasión que nos retrata a la sociedad japonesa tal como es, ultra conservadora, pero que a la vez esconde en sus investiduras perversiones, miedos e intolerancias que afectan a estas minorías infantiles en el Japón. Hijos de la violencia, tanto de la violencia religiosa como la sexual.
En síntesis, una de las mejores películas japonesas del 2005 que realmente me han impactado y la cual consideró debe ser vista para conocer una realidad del país nipón, el matrato y la explotación de menores pero desde un punto de vista contemplativo sin prejuicios ni juzgamientos morales. Como bien se dice en una de las partes de la cinta, cada uno escoge su camino y su destino.
Kanaria se convierte así en una joya del nuevo cine japonés, que se apoya en la capacidad de sus jóvenes actores para interpretar papeles duros pero llenos de realidad, en la que los niños tienen que mutar a la madurez enfrentándose a una sociedad que en vez de acogerlos los espanta, obligándolos a crear ellos mismos, como en el final de la cinta, su propia familia alternativa.
Alex Guerrero
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