House of 1000 Corpses
Dir: Rob Zombie | 89 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Sid Haig (Captain Spaulding)
Bill Moseley (Otis Driftwood)
Sheri Moon (Baby Firefly)
Karen Black (Mother Firefly)
Estreno en Perú: 1 de junio del 2006
Las cintas de horror que hemos visto recientemente no nos han convencido en mayor o menor medida por ser acaso menos transgresoras que las pioneras y sus recordados engendros. Es por ello que el atrasado estreno de esta película es toda una revelación. El metalero ex líder de White Zombie se declara como un verdadero y atento admirador del género al cual subvierte acá casi en un tono de parodia. Se trata de una curiosa reevaluación del modelo que era a su vez toda una chanza acerca del horror, rechazo y prejuicio ante desolación y abandono ahí mismo en el corazón de la gran nación norteamericana. Temas a los cuales vuelve a aludir muy a su estilo este insólito autor.
La primera impresión que deja esta película es la de ser un excéntrico juego de referencias casi como si el director hiciera una extensión de sus característicos y bizarros video clips. Surgen unas imágenes falsamente antiguas y desgastadas en blanco y negro que aluden a la época de la naciente televisión provinciana en Estados Unidos, de esos shows naif y maratones de horror.
Rob instala desde el arranque las bases de su espectáculo presentado casi como ópera rock. Plantadas las reglas comienza la trama que debe ser la enésima versión de The Texas Chain Saw Massacre: unos juguetones muchachos universitarios van en busca de las rarezas y exotismo de la vida campirana, así de lejitos y con la mirada burlona. He aquí que la película se toma así misma de esa manera.
Aquí no esperen una historia original, sigue siendo el mismo recorrido que emprendieron rumbo a lo insólito otros tantos despreocupados visitantes (esta vez hacia un extraño monumento: la tumba del Dr. Satan). Y en medio del viaje, la pandilla abominable de esta ocasión no se hará esperar para corroborar aún más que la parodia es la consigna del creador.
Lo realmente efectivo es esa mirada sin seriedad y muy imaginativa a su manera. El atractivo visual luce como los mismos espectáculos de feria que homenajea y que tal vez nutrieron sus filias y toda su música. Más que a un género, Rob Zombie revisa una estética: la del trash, de los shows de asombro y sustos a los túneles llenos de títeres y disfraces que deslumbran la mirada infantil. Es por ello que su ritual levanta más vuelo, no mientras más brutales y realistas sean sus crímenes, sino cuanto más aún grotescos y delirantes sean sus personajes. Algunos de ellos tranquilamente pueden situarse en la antología como el payasesco Captain Spaulding y su patético freaky show para vender pollo frito. Ni que decir de toda la carnavalesca familia plantada como un fantasmal residuo de algún orgulloso grupo colonizador del far west ahora tan sólo dedicado a saciar sus bajos (y jocosos) instintos reconvertidos a la fe satánica pero por el filtro de los Munsters y los Adams.
El vuelo visual de Rob Zombie supera al gore que muchos tal vez esperan y en ello se sostiene la extraña química que la diferencia de otros productos atentos únicamente en sacudir la sensibilidad del espectador a base de tormentos de toda índole pero que ni siquiera son exhibidos como tales (es el caso de Hostel o incluso de The Hills Have Eyes).
El director hace de su retorcida orgía todo un espectáculo de imágenes bizarras de una plasticidad dignas de más atención que de cualquier cinta rápidamente a descartar. Basta señalar aquel grotesco show de imitación a Marilyn, aquella emboscada westeriana (una de las más insólitas secuencias que se hayan visto últimamente) y aquella ceremonia en la que se consagran a los visitantes convertidos en asustados conejitos a las profundidades del abismo. Un abismo que no es otro que el dominio de los mil cuerpos, casi un infierno del cual una de las víctimas intentará huir recorriéndolo como catacumbas de un culto ancestral (acaso como se imagina la casa del mismo Zombie algunos, ¡ja!).
Mucho hay para apreciar en este aún todavía menor pero bastante fresco intento. Capacidad para crear atmósferas, personajes y réplicas ocurrentes. Un verdadero sentido del cine aún embrionario pero latente. Habrá que esperar si es que se estrena por estos lares su siguiente incursión en el cine titulado The Devil’s Rejects. Su casa y sus mil cuerpos ya nos dejan con expectativa por este nuevo autor.
Jorge Esponda
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