Girl with a Pearl Earring
Dir: Peter Webber | 100 min.| EE.UU. – Reino Unido
Intérpretes:
Colin Firth (Johannes Vermeer)
Scarlett Johansson (Griet)
Tom Wilkinson (Pieter Van Ruijven)
Judy Parfitt (Maria Thins)
Cillian Murphy (Pieter)
Estreno en Perú: 1 de junio del 2006
Interesante acercamiento a la creación de la imagen la que nos propone esta película. Después de todo, el tema de la contemplación y la composición son esenciales en este arte madre como la de su versión en movimiento. El debutante director Webber lleva a cabo con criterio y talento esta indagación a partir de una circunstancia especial sacada de la novela de Tracy Chevalier: el momento preciso en el que Johannes Vermeer (uno de los grandes artistas del siglo XVII) realiza uno de sus más célebres trabajos como fue esta enigmática y bella pintura que da titulo al film, también conocida en nuestro idioma como “La mujer con turbante”.
La historia nos sitúa en Delft, Holanda en 1665. En ella apreciamos esta ficción que presenciaremos a través de la mirada sorprendida y temerosa de Griet, quien llega a trabajar a la casa del pintor y que como toda sirvienta de cerviz cabizbaja y obediente, será también testigo silenciosa de cuantas intrigas e insatisfacciones llenan la existencia de quienes debe servir.
La película diseña un eficaz retrato de época a partir de los andares apurados y a veces soñadores de la heroína. Testigo de cuanto detalle revele los ritos de la familia Vermeer (siempre desde el umbral de la puerta). La esposa conflictiva, la criada chismosa, la suegra Maria Thins (insólito personaje fungiendo casi de manager del maestro con todas las jugadas y mañas posibles). Pero también el poderoso Pieter Van Ruijven, mecenas y amo del pintor con toda la prepotencia de quien tiene la sartén por el mango. De todo ello tomará cuenta rápidamente la mirada casi de reojo de Griet, pero tomando especial interés en el melancólico y distraído artista. Acaso tan enigmático y ensimismado como se lo permite toda esta telaraña que lo rodea. Curiosidad por la cual no dejarán de sentir una extraña atracción y que rápidamente aún en contra de desprecios y celos, logrará traspasar el espacio sagrado de inspiración y reposo para sentirse poco a poco absorbida por el universo casi autista de su amo.
Lo que hace interesante la propuesta de la cinta es que este lado contemplativo (como la de una artista) se encuentra rápidamente con el de la composición. Como el pintor que en la mente prepara su cuadro, así Webber prepara su película inspirada en los conceptos plásticos del propio Vermeer y comienza a rodar (sin ser realmente opulenta, la labor de la dirección de arte y especialmente de Eduardo Serra en la fotografía es notable, así como el francés Desplat le da el tono preciso con sus acordes musicales).
Varios pasajes de la cinta son casi cuadros vivos. Como aquel banquete de recepción a Van Ruijven y todos los momentos en el trabajo de la creación en la que comienza a crecer la tímida atracción entre Griet y su amo. De ello da cuenta también el ritmo bastante especial de la película atenta a las sensaciones propias de la observación. Cada mirada, cada posición se toma su tiempo para que, así como el artista, vayamos contemplando (y disfrutando) cada detalle. La figura de la chica levantando el brazo junto a la ventana, sentada de perfil, o humedeciéndose los labios (sentido del erotismo muy logrado) para deleite de Vermeer y de nosotros.
Griet rápidamente se dejará llevar por toda la sensualidad que se despierta de esta paciente labor hasta la elaboración del célebre retrato. Hermosa secuencia en la que se suscita de manera notable el clímax tranquilo de esta conjunción de deseo y admiración. El pintor le perfora la oreja como si la estuviera desflorando ante una lágrima que expresa muchos sentimientos a la vez, ella inclina la cabeza y deja que fluya el éxtasis creativo de este observador-admirador. Esa cualidad de crear todo un ritmo interior envolvente (a su manera) a base de esta concepción más bien bastante cerebral es un logro, aunque es cierto, sin llegar al nivel o picos de otras visiones anteriores al mundo de la creación y a la inspiración encontrada en medio del tormento del mundo. La película no llega a redondear esta visión con secuencias o hilos narrativos que sean tan poderosos como este central (el deseo que desata en otros hombres como Van Ruijven y Pieter el carnicero). Cierto manejo del tema y su estilo más bien se asemejan mucho al de algunas de las cintas de James Ivory como Surviving Picasso (1996) o The Golden Bowl (2000). En todo caso es imposible no quedarse maravillado ante esas imágenes mágicas que tienen como centro a la bella Scarlett Johansson, la fuente de inspiración absoluta. Momentos de lograda conjunción de elementos que nos dejan con una buena impresión de este primer trabajo del director Webber.
Jorge Esponda
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