Ultraviolet
Dir. Kurt Wimmer | 88 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Milla Jovovich (Violet Song jat Shariff)
Cameron Bright (Six)
Nick Chinlund (Vicecardinum Ferdinand Daxus)
Sebastien Andrieu (Nerva)
Estreno en Perú: 29 de junio del 2006
Nueva incursión de los grandes estudios en el panorama de las aventuras y coreografías virtuales al estilo impuesto por The Matrix y continuado por heroínas del tipo Electra y Aeon Flux. Esta nueva compañera de armas también tiene en sus manos la responsabilidad de salvar a humanidad de una intriga gigantesca perpetrada por los siniestros líderes a quienes se les debe las supertecnologizadas comodidades de este futuro virtual. Milla Jovovich se coloca otra vez las ropas ajustadas y aplica toda gama de saltos y habilidades más que hiperkinéticas que le han dado cierto espacio en el cine de acción especialmente desde Resident Evil.
En este caso el móvil de la contienda casi personal sobre la guerrera es la lucha por subsistir de los infectados por una enfermedad de laboratorio contra los oscuros tentáculos del poder que desean aniquilarlos a toda costa. Así como si la infección la hubiera transformado en un ente sobrenatural, la bella Violet hará uso de todo tipo de habilidades y artilugios (casi recibidos de Neo) para detener esta campaña ejecutada con todo bullicio por los lustrosos paisajes futuristas testigos de los saltos, ráfagas de metralleta, cuchillazos y choques de cuanto vehículo aparezca en escena. La estética de la fantasía destructora es lo único que habrá de interesar (hasta ahora) de estos momentos en los que la plasticidad casi como en un ballet se haga presente. Principio y fin del proyecto.
Precisamente si hay algo en lo que se concentran todas estas producciones y el punto de su mayor interés es en la capacidad de crear momentos imposibles en el encuadre virtual. Posibilidades aún ligeras, bisoñas pero que bien de un tiempo a esta parte se pueden convertir a su inevitable destino de marcar el rumbo de estética audiovisual. Ese es el punto más interesante de estas películas que siguen los pasos (aún harto complicado en recursos) de Peter Jackson en The Lord of the Rings o King Kong. Las posibilidades abiertas y que por el momento son solo delegadas a algunos artesanos con background en el video clip y la publicidad. Y el resultado no deja de llamar la atención a pesar de lo muy por encima que los ojos expertos pueden descartar.
Toda ese sacudón (caótico por lo demás) a los sentidos posee en sí misma ya códigos propios para la sintonía con el espectador. Establece cierta solemnidad a cada inicio de combate traducido en aquellos planos (picados por lo general) del acto marcial a ejecutarse. La expectativa ante el colorido preciosismo de la imagen desoye por completo las justificaciones y las aún intrascendentes parrafadas de los modelos (como diría Bresson). Ellos no valen por sí mismos, no tienen entidad alguna. Ellos funcionan en la medida de que forman parte de la dinámica del encuadre, de la paleta cromática y que apela solo al ingenio de los diseños y las coreografías más que a las habilidades de los intérpretes que solamente se muestran en primeros o medios planos.
La aventura de Violet entonces se puede permitir cualquier cosa incluso más allá de lo que llamaríamos inverosimilitudes. Si ya Tarantino a su manera había reflexionado acerca de este fenómeno venidero en Kill Bill, todas las hijas de su guerrera comienzan a vivirlo. Pero aún están lejanas a la madurez y talento de este creador que bebe a partes iguales del cómic como del anime. Inquietantes posibilidades abiertas para esta otra realidad muy cercana que ya puede permitirse faltar a cualquier ley natural. La heroína como tal siendo todavía vacía puede dar y recibir de todo, resucitar cuantas veces quiera y encontrar soluciones precisas en fracciones de segundo. Omnipotencia solo equiparable a dios. Su demiurgo se asume como tal y dicta las reglas del universo. No duda en bendecir a su hija con todos sus preciados dones y hacerla llegar a este mundo para cumplir un objetivo ya trazado. Ni más ni menos que lo que hace hasta el creador (cineasta) más inocente.
Jorge Esponda
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