Dir. Alejandro Cárdenas-Amelio | 93 min. | Alemania | Documental
Cámara: Florian Schilling
Edición: Cuini Amelio-Ortiz
Música: Zort
Producción: Sabotage films y ZDF
Esta película enfoca con originalidad y sinceridad un asunto pocas veces visto en las producciones que abordan la violencia política de las últimas dos décadas. Partiendo de un viaje personal al pasado para reconstruir una memoria individual, se convierte, sin proponérselo, en un rescate de parte de la memoria histórica reciente del país. Alejandro emprende viaje desde Alemania para visitar a su padre, Peter Cárdenas Schulte, condenado a cadena perpetua en la Base Naval del Callao. Así el filme puede verse como un ajuste de cuentas generacional, como un emplazamiento de los más jóvenes a una generación que abandonó hasta sus lazos de sangre por perseguir sus ideales a toda costa, sin medir las consecuencias.
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Alejandro es hijo de Peter Cárdenas Schulte, condenado a cadena perpetua en la Base Naval del Callao por pertenecer al grupo armado MRTA. Alejandro nació en Lima y se separó de su padre en 1979 cuando tenía dos años. Un buen día decide emplear la cámara para descubrir cómo es, en verdad, su progenitor y viaja de Alemania a Perú en busca de respuestas. El resultado es una odisea íntima y emocional que titula con el nombre guerrillero que usaba su padre, su propio nombre: Alias Alejandro.
Alejandro Cárdenas narra en su primera película la historia personal de esta búsqueda de sus propias raíces, y reconstruye en el proceso la identidad de una figura paterna distante y casi ausente. El cineasta emplea el documental en clave de diario de viaje, filma dudas y preguntas propias, registra las reacciones y emociones de quienes se encuentran vinculados a su padre.
En Suecia, Alejandro conoce a Victoria, segunda esposa de Peter, y a sus hermanastros Grete y Gabriel. El viaje a Perú lo emprende en compañía de su madre Cuini, donde entrevista a sus tíos y a su abuelo Luchín. A lo largo de este itinerario, emotivo y doloroso a la vez, los testimonios recogidos, las fotografías y los recuerdos irán cristalizando una imagen más humana de quien en su momento fue presentado por los medios de comunicación como un despiadado terrorista.
Cabe indicar que el tema central de la película no es el MRTA. Tampoco se trata de un filme en la línea del proselitismo político tipo Michael Moore. Alias Alejandro apuesta por una mirada contenida que evita en todo momento el desborde melodramático aunque el tenor de la historia lo amerite inevitablemente. El director prefiere matizar sus confesiones ante la cámara con las opiniones que recoge de parientes y conocidos de Peter, de ex miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), e incluso de transeúntes, para armar el retrato del padre tras 23 años de ausencia.
En cierto modo, el filme también puede verse como un ajuste de cuentas generacional, como un emplazamiento de los más jóvenes a una generación que abandonó hasta sus lazos de sangre por perseguir sus ideales a toda costa, sin medir las consecuencias. ¿“Por qué tuvo hijos si teníamos que estar siempre huyendo?” reprocha la hermanastra Grete. “En los setenta los de la izquierda estábamos convencidos de cambiar el mundo. Peter era consecuente, tomó ese rumbo y lo siguió” confiesa Cuini. Y del mismo modo, este juego de oposiciones se proyecta en el recorrido que hace Alejandro del Primer al Tercer Mundo, de las calles de Estocolmo a Lima, del barrio residencial de San Antonio a la comunidad indígena en Huancayo, lugares que formaron parte de itinerario vital del padre y que el hijo vuelve a recorrer como un exorcismo a su desarraigo.
Resulta paradójico que el momento culminante de este documental (el esperado reencuentro con Peter en prisión) sea una secuencia de animación. Alejandro tuvo que recrear este momento, y para ello acudió a su padrastro Héctor Navarrete, pues las autoridades de la Base Naval del Callao le prohibieron ingresar a la cárcel con una cámara. La riqueza del documental reside en la suma de estos contrastes que el director-o quizás el destino- va hilvanando, a quien se le puede objetar que abuse, por momentos, de una inapropiada música incidental en algunas secuencias.
Alias Alejandro enfoca con originalidad y sinceridad un asunto pocas veces visto en las producciones que abordan la violencia política de las últimas dos décadas. Partiendo de un viaje personal al pasado para reconstruir una memoria individual, se convierte, sin proponérselo, en un rescate de parte de la memoria histórica reciente del país.
Rodrigo Portales
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