Jogo subterrâneo
Dir. Roberto Gervitz | 109 min. | Brasil
Intérpretes:
Felipe Camargo (Martín)
Maria Luisa Mendonça (Ana)
Júlia Lemmertz (Laura)
Daniela Escobar (Tania)
Maitê Proença (Mercedes)
Estreno en Perú: 3 de agosto del 2006 (10º Festival ElCine)
Basado en el cuento “Manuscrito hallado en un bolsillo” de Julio Cortázar, el director Roberto Gervitz nos propone el juego del título, llevado a cabo por Martín, pianista de un night club. Su imposible juego consiste en dibujar rutas del subterráneo de Sao Paulo en un pequeño cuaderno, tomar un tren y seguir a diferentes mujeres al azar, de llamativa belleza por lo general, para ver si alguna de ellas elige alguna de sus rutas preestablecidas. Si esto sucede, cosas del destino, aquella bien podría ser la mujer de su vida.
El guionista chileno Juan Durán, junto con el propio Gervitz, son los responsables por el guion de esta película. Durán ha firmado cintas como Mi mejor enemigo (2005), una correcta pero complaciente película que pude ver el año pasado también en el Festival ElCine. Roberto Gervitz, nacido en New York, por su parte proviene del mundo de la televisión luego de haber realizado su primer largometraje de ficción Feliz Ano Velho, hace casi 20 años. En el 2005, durante su paso por la pantalla chica, dirigió cuatro de los diez episodios de una serie basada en el exitoso film brasileño Carandiru (2003).
Siguiendo las premisas de su propio juego es que Martín conoce primero a Tania, una bella artista tatuadora, cuya pequeña hija autista logra una conexión especial con Martín, particularmente a través de la música. La segunda víctima del juego es Laura, una escritora ciega cuyo interés por Martín no es correspondido, sin embargo logran mantener una relación de amigos y confidentes. La tercera mujer en caer en las rutas dibujadas por Martín será Ana, una estilizada y nerviosa modelo que desde un principio da todas las señales de estar ocultando algo. Ese algo será lo que lleve a Martín a romper sus propias reglas para seguirla, convirtiéndose los dos desde ese momento en los protagonistas de la cinta.
Si el inicio del film demostraba una intención del director por presentarnos una historia moderna y ágil, con una edición nerviosa y a través de sugerentes movimientos de cámara, en la segunda parte, ya fuera del mundo subterráneo, el interés por la historia decae junto con el ritmo. Los lugares comúnes sobran y los diálogos interminables continúan uno tras otro. Así como el atribulado Martín roza la locura entre tanta ruta de trenes y tantas mujeres, posibles medias naranjas, el director Gervitz parece confundido en su elección del camino a seguir en su relato. Ya el juego del título deja de ser importante, el elemento que causaba interés al principio es dejado de lado para dar paso a una historia seudo romántica, con toques dramáticos y hasta violentos, donde los supuestos secretos por revelar, como la verdadera “profesión” de Ana y aquellos temores que demostraba desde el primer contacto, no surten ningún efecto, ni logran llamar la atención del espectador. Ninguna actuación queda en el recuerdo, quizá tan sólo el pequeño rol de la niña autista, quien demuestra con su sencillez y sin decir palabra alguna, que no es necesario vociferar ni recitar un montón de líneas poco creíbles, para transmitir una idea o un sentimiento.
La reacción del público en la función a la que asistí era de incomodidad. Incomodidad que se acrecentaba a medida que los finales cantados por medio mundo eran pasados por alto por el editor, apilando más y más escenas, que en su intento por redondear una historia ya descarrilada, solo logra volcarla por completo, invitando incluso a más de uno a un bostezo o una merecida pestañeada. Da la impresión que los intentos de Gervitz por apelar a darle en el supuesto gusto de los críticos especializados, no le permitieron llevar a buen puerto el mentado juego, más allá del final edulcorado de su fallida historia.
Laslo Rojas
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