Dir. Eduardo Schuldt | 80 min. | Perú
Intérpretes:
Gianmarco Zignago (John John), Gianella Neyra (Marina), Silvia Navarro, Jesús Ochoa, Ricardo Velásquez, Paul Martin, Katia Condos, Bruno Ascenzo, Rómulo Assereto, Elva Alcandré, Saskia Bernaola, Javier Echevarría
Estreno en Perú: 27 de julio del 2006
La gente de Alpamayo vuelve a la carga con una nueva cinta de animación. Tras la primeriza Piratas en el Callao se esperaba que este nuevo intento sea un paso adelante con respecto a este experimento con el cual intentan hacerse de un lugar dentro del panorama de la realización virtual apenas desarrollada en esta región. Para ello recurren a otra historia sacada de la mente de su productor Garrido Lecca. El resultado aunque algo más ágil que el anterior, continúa siendo una pobre exhibición ya no de recursos técnicos sino narrativos. Teatrín de aprendices de mago apuntando descaradamente al plagio de los modelos más llamativos o recordados y lo que es peor sin hacerlo bien.
Ya no hablemos tanto de la historia que nos trae de vuelta a la idea de un legendario Hamlet (un Luke Skywalker) despojado de su trono en un mundo lejano plantado en las profundidades calurosas de la tierra al cual habrá de regresar como predestinado a luchar por la reivindicación. Premisa que es tan poderosa como la de tantas aventuras de seres extraviados buscando su lugar en el mundo y encontrándose con grandes castigos y precios a su osadía. En este caso Sinchi, el dragón criado por cóndores habrá de saberse con un destino más extraordinario. Se trata de John John (¿Kennedy?), hijo del despojado soberano de una raza de botafuegos, quienes viven sometidos por unos malévolos congéneres a los cuales deberá derrotar no sin antes ser rápidamente aleccionado por una instructora que se sabe de todas a lo The Matrix.
El gran problema, como lo que sucedió en Piratas en el Callao, no es la limitada producción para darle vida a los personajes y escenarios ni algún otro bache técnico alrededor de ello (aunque debo citar el deficiente sonido con el que se proyectó en la función a la cual acudí), sino la clamorosa falta de talento de cineasta detrás de este proyecto. La narración vuelve a ser lánguida y torpe a pesar de todas las facilidades que la epopéyica historia otorgaba, aunque sin llegar a la absoluta falta de sentido cinematográfico de aquellas verborreicas secuencias de Piratas en las que los niños hacían cualquier otra cosa que ver la película. La historia avanza a trompicones para luego soltar la secuencia con la canción promocional incluida y de ahí nuevamente la narración atropellada.
Tan pobre es el horizonte creativo que lo único que queda es calcar situaciones hasta el hartazgo. Ahí tenemos la secuencia del entrenamiento de John John, un cruce de Rocky con The Animatrix (incluido el “Eyes of the Tiger” como anticipando la lucha con el Mr. T de los dragones), acompañada disforzadamente por una versión nacional de la rata de Ice Age, que para el caso resulta ser un mono que es capaz de sobrevivir mayores penurias que el animalito de la era glaciar. El show se crea ya no bajo un verdadero sentido de la diversión y la curiosidad sino como una operación mercantil ejecutada, pareciera que hasta de mala gana (al final las catacumbas del centro de la tierra tienen menos habitantes que la isla de Gilligan).
La chatura y el conformismo imperante solo restringen los pocos afanes de poder capturar la atención siquiera por un momento de los más pequeños y empezar entonces el bombardeo de merchandising. Veremos como le va en otros países con el negocio. La aburridísima e insufrible película de John John (¡qué detestable hasta el nombre!) y sus amigos solo nos queda en la memoria si hay que sacar un recuento sobre las pocas películas peruanas que se estrenan en lo que va del año. Presencia incómoda tratándose de un absoluto estancamiento de estos pioneros de la animación en el país, incapaces de haber aprendido de errores pasados.
Jorge Esponda
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