La grande illusion
Dir. Jean Renoir | 114 min. | Francia
Intérpretes:
Jean Gabin (Teniente Maréchal), Erich von Stroheim (Capitán von Rauffenstein), Dita Parlo (Elsa), Pierre Fresnay (Capitan de Boeldieu), Marcel Dalio (Teniente Rosenthal), Julien Carette (Cartier), Georges Péclet (Oficial), Werner Florian (Sargento Arthur), Jean Dasté (Profesor), Sylvain Itkine (Teniente Demolder), Gaston Modot (Ingeniero)
La primera guerra mundial: los campos europeos se ven inmersos en la furia de la guerra. El avión de un par de oficiales franceses es derribado, y ellos son capturados y conducidos a un campo de concentración alemán en el cual aprenderán las reglas de la convivencia con aliados y enemigos anhelando la libertad o acaso el cambio en su totalidad. Jean Renoir hace a partir de esta premisa una gran exploración acerca de la guerra no solo como conflicto sino como inevitable generadora de estos cambios. Brillante mirada alrededor de los motivos de las sociedades modernas para adaptarse y transformarse. Efecto globalizador quiéranlo o no, del que es mayor ejemplo la improvisada babel o sede de una insólita reunión internacional que termina siendo esta pequeña ciudad militar. La prisión es convertida por Renoir en un club de intrigas, discusiones, malos entendidos, cortesías y todo aquello que implica el compartir. Los rostros, razas y clases sociales más diversos se reúnen sin distinción para un propósito mayor que el de sus personales quimeras. «Nos dirigimos hacia un nuevo mundo» parece decir el gran Jean entre divertido y nostálgico a partes iguales.
Jean Renoir es acaso uno de los grandes definidores de lo que puede conocerse como el cine clásico en su más preciso sentido. Un creador de emociones a partir de la claridad, el buen pulso como narrador y la capacidad de transmitirnos su particular visión de la vida. Acaso esta extraordinaria película sea su declaración absoluta ante la era que le tocó vivir. Estamos a comienzos del siglo XX, el mundo ya no resulta tan grande como antes como para que la lucha se entable tan solo entre dos países acá nos encontramos ante el gran choque de las naciones de la vieja Europa que además necesitan entre sí más de un traductor. Renoir nos presenta la gran guerra como el gran conflicto cultural que es, lleno de obstáculos, incomprensiones y en general diferencias de uno y otro lado. Pero las distancias no quedan allí. Las barreras y etiquetas se dan entre los mismos compañeros de uniforme con jerarquías, respetabilidad y poder. Renoir es un genial y minucioso retratista de la interrelación entre los seres humanos ya sea en una situación de la vida diaria o como en este caso de una situación extrema.
A la barraca francesa llegan dos oficiales separados por todo excepto por su lealtad: el aristócrata capitán Boeldieu (Pierre Fresnay) y el plebeyo teniente Maréchal (el gran Jean Gabin). Ambos resultarán ser solo dos especímenes del amplio zoológico de caracteres y temperamentos que confluyen alrededor de los afanes de una posible fuga. El contexto de la guerra es apenas mostrado pero con precisión para dejar traslucir la necesidad del cambio. No solo de libertad, pues esta solo significaría una pequeña y arriesgada licencia antes de ser reasignado al frente de batalla. La vida y tranquilidad, a pesar de todo, la tienen ahí en medio de los incomprensibles diálogos de los demás grupos mirándolos a la cara con la misma curiosidad. Franceses, ingleses, rusos y sus carceleros germanos tal vez solo buscan entenderse, cosa que tiene que surgir en algún momento a causa de tanto contacto (como en el improvisado show de variedades que arman con todo y una Marsellesa). Renoir nos habla del cada vez más progresivo proceso de globalización, la transformación del mundo bajo nuevas reglas.
La llegada a la prisión que controla el Capitán Von Rauffenstein (Erich Von Stroheim en una de sus pocas y estupendas apariciones en pantalla) lleva el sello de la melancolía, despedida triste de un mundo que para los de casta noble se convierte en la perversión total del orden. Sea cual fuere el resultado de la guerra el camino esta trazado. El también bien criado Renoir conserva una cuota de tristeza dentro del jolgorio y circo que arma alrededor de sus personajes. La gran ilusión que guarda es tan secreta que apenas nos deja atisbar algo de ella, tal vez sea la ilusión de que las barreras y diferencias se borren de los ojos y las mentes. La bulliciosa tormenta del mundo trastorna sea como fuere a los hombres. Los cambios sobrevendrán para bien o para mal y lo saben bien Boeldieu y Rauffesntein (aunque se manden diálogos in english como para distinguirse de la plebe), ya sea a través del alejamiento de lo que se etiqueta como cultura, actitud que personifica a los “vulgares” (las burlas al salvador de Píndaro o la quema del cajón de libros creído de vodka por parte de los cosacos) o a través del gesto generoso de algún “plebeyo” (el teniente Rosenthal).
Renoir hace de la estancia de sus criaturas un pequeño momento para la reflexión que no podría darse en medio del rugir de cañonazos y golpes de bayoneta. Tras haber llegado a esta conclusión (o adiestramiento) los pájaros de la nueva era tienen que volar. El capitán toca la flauta como cántico de recepción a los tiempos de transformación. Burla magistral a la que somete a sus rígidos enemigos, Rauffenstein caerá en cuenta entonces de lo inútil de sus esfuerzos por mantener la apariencia de dignidad como la única flor en un campo y paisaje sombrío. El sacrificio ajeno queda como declaración o postura a favor de la demolición de los esquemas desfasados. Maréchal y Rosenthan sin la alcurnia y ni la conciencia misma de su misión son la representación viva de esta nueva generación que atravesará las fronteras en busca de la ilusión del entendimiento. Anticipación absoluta a los años de la unificación europea que tuvo que pagar caro el gran Jean. La entrada de los nazis a la tierra gala haría desaparecer por completo esta adelantada y magistral mirada al sueño del futuro. Ni ellos pudieron ocultar esta declaración para siempre. Su gloriosa reaparición se dio en los años 60 tras haberse creído perdida. Sorpresas que da la vida y a los que contemplan esta película.
Jorge Esponda
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