P
Dir. Paul Spurrier | 105 min. | Tailandia – Reino Unido
Intérpretes:
Suangporn Jaturaphut (Dau), Opal (Pookie), Pisamai Pakdeevijit (Abuela), Narisara Sairatanee (May), Manthana Wannarod (Mamasang), Amy Siriya (Mee), Dor Yodrak (Hechicero)
Estreno en Perú: 14 de setiembre del 2006
Esta cinta de terror nos revela una emergente cinematografía: la tailandesa. La cual se une al ya no sorprendente auge del cine asiático, auténtica meca del cine de la actualidad. En este caso es el británico Paul Spurrier (antiguo actor juvenil ) quien tienta las posibilidades del género dentro de este cine inédito hasta hace pocos años pero que ha alcanzado con títulos como Tears of the Black Tiger o Shutter la notoriedad y atención de todas las miradas puestas sobre las cinematografías de oriente en pleno florecimiento. Así presenciamos una cinta que con todas las características del género posee una apariencia y extrañeza bastante atractivos aún dentro de un proyecto que esencialmente sigue la línea Ringu y similares. Película que resulta toda una curiosidad a simple vista pero que posee más argumentos de los que aparenta.
Estamos ante un cuento perverso en el cual la tradición de lo fantasmagórico adquiere un sabor muy especial. Dau es una chica aldeana que vive con el estigma de su talento no solicitado. Pasa sus días junto a su abuela quien le ha heredado muchos de sus conocimientos en la magia y brujería pero también el desprecio y temor a la vez de todos los que la rodean. Es una chica inocente a la cual las circunstancias habrán de empujarla a dejar todo lo que conoce para tentar la suerte en la mundanal y congestionada Bangkok donde la película la convertirá en la protagonista de una aparente historia de aprendizaje. La asombrada recién llegada tendrá que acostumbrase a los ritmos de un night club y todo lo que conlleva, lealtades y conflictos incluidos. La película no apela tampoco a motivos muy originales alrededor de la protagonista quien, a pesar de sus conocimientos de todo lo que escapa a la realidad tangible, guarda el deseo normal de una chica deslumbrada por la ventana abierta ante sus ojos. Es la historia del envanecimiento por lo citadino una vez más.
Pero lo interesante de la cinta se encuentra en la siempre sugerida presencia de lo maligno y sobrenatural. La película se toma el tiempo preciso para presentarnos la aventura de Dau casi como una crónica del universo de la prostitución que ha hecho tan famosa a la capital tailandesa (tal vez como la ven los extranjeros como Spurrier). Pero estamos siempre dentro de ese ambiente de luces psicodélicas y vestuario de show, estamos en medio de una fantasía que como aura rodea a la protagonista. Por ello mismo la aparición rotunda del horror es convocada por las andanzas entusiastas pero aún inocentes de Dau. Tras el temor de enfrentarse con el negocio en una noche, vendrán su interés y ambición cada vez más crecientes por sobrevivir en este mundo que como cualquier otro requerirá de todas las armas a su alcance, incluso las que proporciona la magia negra. Su ansia por la normalidad que siempre la ha sido negada la llevará desde lo más trivial hasta el deseo más visceral de venganza.
Al destapar esta caja de Pandora es que sobrevendrá la declarada presencia de todo el arsenal del terror que bebe de influencias de una y otra parte. Dau se convierte en una criatura desafortunada y poseída al estilo de Carrie, Sadako o la Regan de The Exorcist. No esperaremos mayores originalidades a partir de entonces. Lo atractivo de la cinta no va por una resolución ingeniosa plagada de giros ni mucho menos. Es la presencia de esa cultura y sus propios ritos lo que procesa y trabaja con criterio el director foráneo. Su propio reciclaje de las historias de maldiciones tiene un sabor e incluso una sensualidad que valen más por sí mismas que por la línea argumental. P puede disfrutarse tanto como una cinta de género para fanáticos y para los que no lo son tanto pero también como una cinta extraña, llena de momentos y sensaciones poco usuales más aún en el pacato y estruendoso a la vez mainstream norteamericano. Un estreno que merece más atención.
Jorge Esponda
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