The Merchant of Venice
Dir. Michael Radford | 138 min. | EE.UU. – Italia – Reino Unido
Intérpretes:
Al Pacino (Shylock), Jeremy Irons (Antonio), Joseph Fiennes (Bassanio), Lynn Collins (Portia), Zuleikha Robinson (Jessica), Kris Marshall (Gratiano), Charlie Cox (Lorenzo)
Estreno en Perú: 14 de setiembre del 2006
El británico Michael Radford (Il postino) es quien asume el proyecto de traer a la pantalla una de las piezas más célebres de Shakespeare. Muestra de un cine siempre atento a la gran tradición dramática y que en manos de realizadores de talento siempre serán bienvenidas. Es el caso de esta buena versión de la terrible historia de Shylock, el triste y feroz mercader quien llevará hasta lo imposible su obsesión de venganza, visto a simple vista como un aguafiestas de la celebración de los jóvenes y entusiastas caballeros. Todo ello esconde ese trasfondo (ampliado más que nunca en esta película) de intolerancia y resentimiento en la era del renacimiento (del nuevo pensar) aún en la bella y refinada ciudad de los canales. Al Pacino se encarga de este rol muy a su gusto como absoluto hombre de tradición teatral, como es a la par de su leyenda en el cine.
Nos encontramos ante una de las más complejas creaciones del dramaturgo inglés. En medio de un mundo cada vez más sumido por el poder del dinero y todas las transacciones por encima y debajo de la mesa que conlleva. Todo ello expresado a lo largo de esta historia que nos propone el insólito estallido de una voz que reclama su propio honor antes que el sonido del metal reluciente. Shylock es un viejo mercader judío que como tantos de su grupo sufrirán la discriminación y persecución en el mundo cristiano al que han emigrado en pos de mejor fortuna. Entre hombres de una estirpe y otra quedará la línea divisoria antes que la de hombres buenos y malos. Tal es el contexto en el cual llegará al mercader la propuesta desesperada del enamorado Basanio y su amigo Antonio también rico mercader quien se ofrece a avalar un préstamo a costa de su propia carne (como la de la cabra degollada que aparece en un momento) para su amigo en pos de la mano de una codiciada dama.
La historia entonces sigue su recorrido conocido en la que se nos detalla el contexto y ritos de la época como es menester de toda producción de esta vertiente. Radford es un director eficiente y entiende bien la obra como para poder sacarle partido y darle su propia mirada. El ritmo de la cinta es sostenido de principio a fin gracias a la modulación visual o sonora que le es otorgada a cada secuencia. Para los que puedan considerar difícil presenciar una ficción a ritmo de los versos del antiguo idioma se pueden llevar una grata sorpresa ante el buen manejo que hace de esa característica esta versión del mercader.
Además por ahí el director se toma la libertad de acentuar algunos detalles no tan declarados por la obra más que por insinuaciones (por motivo obvios e inquisidores). Ahí están los detalles de la melancolía de Antonio, acaso enamorado desdichado pero siempre amigo leal hasta las últimas consecuencias. Su sacrificio hasta el final coincide con la determinación del feroz Shylock dispuesto a obtener lo que le corresponde por ley, la ley de los extraños que lo rodean y marginan. Ambos se convierten en los representantes de estas dos clases enfrentadas una como dominante y otra como dominada.
La oportunidad y el rencor hacen del mercader judío un vengador de su clase, por primera vez con el poder de su lado. Ambos se encontrarán frente a frente como verdugo y víctima, ahí donde la institución vela por el respeto entre los semejantes. Tal es la farsa pues la dominación de este poder es mayoritariamente favorable a los que viven bajo la cruz. Acaso la cinta nos habla de este encuentro de varios mundos a la vez y su incapacidad de entendimiento y comprensión. Basta ver la llegada de los disímiles pretendientes de la hermosa Portia y su particular mirada de las cosas. El tema central asumido con buen humor, para dejar paso al lado serio del asunto en el que los enfrentados por una libra de carne desatan sus profundos malestares. Al Pacino entonces nos entrega un Shylock incomprendido y sumergido en su incontenible rabia y amargura (como no lo podía estar alguien con toda una vida de sometimiento por haber nacido bajo determinada casta). Es el centro de este destape de olla de grillos que terminará por convertirlo en sacrificado de la causa. La poderosa presencia del personaje central sin embargo no oculta a los otros personajes, en especial a Antonio (Jeremy Irons impecable). Una especie de símil del judío acaso también inconforme con las limitaciones de su tiempo. En cierta medida un par de soñadores como tantos de los que abundan en las mejores ficciones.
Jorge Esponda
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