Dir. Federico Gabriel García | 88 min. | Perú
Intérpretes:
Mónica Cabrejos (Lola), Reynaldo Arenas (Pachacútek), Omar Fitzmaurice (Rascatraz), Rosita Quispe (Cholita), Antonio Arrué (Frank Arévalo), Dánae Sacovertiz (Sally Arévalo), Enrico Rovegno (Anibal – Anita), Francisco García (Cara de cuy), Fernando Vásquez (Daniel, el policía)
Estreno en Perú: 28 de setiembre del 2006
La producción nacional realizada casi de manera alternativa a través del video y que logra el ingreso a nuestros cines es una presencia cada vez más regular. Este año surge como representante de este “otro” cine, esta película que marca el debut de Federico Gabriel García (hijo de Fico). El novel realizador hace de su cinta un extraño (por decirlo menos) acercamiento al universo infantil y su enfrentamiento ante la crueldad del mundo que los rodea. Premisa que se convierte en pretexto de un disparate total. Un infame mamotreto que sigue muy de cerca los pasos pioneros del inefable Leonidas Zegarra.
La historia más o menos digerible es como sigue: en el pueblo joven Pachacútek una prostituta (Mónica Cabrejos) con el santo de espaldas encuentra a dos niños desamparados (Cholita y Rascatraz) y los adopta para ponerlos rápidamente a trabajar en la penosa tarea de mendigar, mientras que se desarrolla entre los hermanitos una ingenua ilusión de salir adelante a pesar de sus problemas. Hasta aquí tenemos una línea fuerte, digna de clásicos del melodrama hindú, mexicano y un largo etcétera. Pero rápidamente nos enfrentaremos con un tratamiento marciano que transforma por completo la aparente seriedad (a su modo) que reinaba en el discurso. De pronto surgen las bromas altisonantes y por demás burdas (cercanas a tantos programas de TV y peor) seguidas inmediatamente por un insólito discurso patriótico encabezado por un Reynaldo Arenas risible con su acartonamiento entre tanta pachotada.
La idea entonces nos es cantada como un supuesto alegato contra el maltrato y tráficos de niños. Discurso que revuelto ante la más burda concepción de lo que llamamos “cultura chicha” nos lleva a niveles deplorables de la incoherencia. El director termina declarándose no tan solemne e intransigente como su padre y transita por los caminos abiertos por los más recientes exponentes del trash peruano encabezados por Leonidas Zegarra (especialmente desde la insuperable fantasía de Mi crímen al desnudo). Se trata de una película que contemplamos no ya con cierta condescendencia hacia sus limitados recursos técnicos y artísticos sino con la sensación absoluta de estar presenciando el perfecto sinsentido. Tal apariencia nos deja pensando en la verdadera intención de sus gestores, acaso hacer el boom cinemero en las clases populares a base de subvalorarlo y de hacer de su subcine un condensado de todo lo que supuestamente “le gusta a gente”, de todo aquello que sin duda (para ellos) habrá de pegar en los fans de las carnes que aparecen en los diarios de 50 céntimos y demás.
Así tenemos enfrente a los pequeños y vulnerables protagonistas como víctimas reales de su “entorno” junto a la obsesión de los fans de las tangas Mónica Cabrejos, al idealizado Pachacútec y sus populistas discursos surgiendo como la alternativa buscada ante el desaire del mismo presidente (ese otro Pachacútec vigente en la época en que se grabó esta cinta), los pirañas y el terokal, la chacota al estilo “Risas y Salsa” (con émulo de Felpudini incluido) y un largo etcétera que ya va más allá del concepto de lo ecléctico. Esta mezcolanza no se encuentra muy lejos de otros bodrios recientes de similar intención como Baño de damas o Un marciano llamado deseo. Aquí se trata de un juego evidente de subestimación (y no comprensión) de su público objetivo, ejercicio “comercial” que ha resultado casi siempre en fracaso y que no se ha tomado con espontaneidad y autentico convencimiento de sus medios. El juego de García es el de mirar por encima a su público y dedicarse a insultarlos con una metralla de sandeces.
Ese nivel de absoluto subcine la llevará sin duda a las estadísticas de las malas películas peruanas pero a pesar de ello no la ubicará en el trono de la antología, para ello hubiera sido necesario un auténtico espíritu y atracción por el desmadre. Hasta para eso es un fiasco esta ofensa audiovisual cargada de falsedad y verdadera subestimación de su público.
Deja una respuesta