Dir. Damián Szifron | 112 min. | Argentina
Intérpretes:
Diego Peretti (Licenciado Mariano Silverstein), Luis Luque (Inspector Alfredo Díaz), Óscar Ferreiro (Lebonian), Gabriela Izcovich (Diana), Martin Adjemian (Comisario), Marcelo Sein (Farina)
Estreno en Perú: 28 de setiembre del 2006
La fórmula de la película de camaradas o buddy movie es una de las que más notoriamente identifican al cine de Hollywood. Esta película definitivamente nos convence de que se puede llegar a mimetizar a la perfección dentro de contextos relativamente distintos. Las calles de Buenos Aires y ya no alguna megalópolis del norte es el escenario de este encuentro con las reglas y estilo de esta vertiente del policial, sazonada con la comedia casi como una versión de 48 horas y similares. El director Szifron se revela como un hábil y atento ejecutor de la fórmula. Nos presenta una cinta divertida y ágil. El sabor local es un ingrediente que inevitablemente podemos considerar para desmarcarla algo del promedio pero a su vez es la trampa ante la cual nos ponemos a reflexionar sobre sus mismos alcances.
Son varios los ejemplos de las comedias policiales realizadas a la sombra del modelo norteamericano en otras latitudes. El caso de esta película no será el primero (incluso en la misma Argentina) pero nos convence de la fuerza y contundencia del modelo creado por la extraña alquimia de talentos y recursos de la llamada meca del cine (aunque no tan programático como lo es ahora). El género es asumido sin prejuicios por los realizadores de esta aventura decididamente inmersa a jugarse por su público. Muestra de la gran variedad del cine argentino que dejó de ser sólo un boom para convertirse en una presencia permanente en el panorama de la región y más allá.
Como mandan las reglas a las que se acoge la cinta, presenciamos el estallido de una intriga que será el pretexto para el llamado de los desconocidos profesionales. Así tendremos el encuentro entre los dos protagonistas de esta aventura: Díaz es un detective en crisis que requerirá los servicios del doctor Silverstein, quien se verá obligado (por ocurrencias del guión) a cooperar con sus habilidades de psicoterapeuta a resolver los problemas del grandulón oficial en una especie de terapia ambulante mientras cumple con una investigación.
Toda esta relación (o terapia) que se establece entre ellos es lo mejor de la película. La química (como lo anticipaba el jefe) funciona a la perfección y con un timing que ya se quisiera en proyectos de mayores pretensiones. Para ello cuenta mucho sus actores Luis Luque y Diego Peretti quienes le otorgan gracia a todas sus réplicas (como aquella al calor de un pucho de marihuana). Esta especie de versión de Lethal Weapon, como ellos mismos citan en algún momento, es la que sostiene la verosimilitud del film. Presenciamos un declarado juego o parodia con el suficiente desparpajo como para resultar encima coherente con la investigación (muy a su manera) que realizan los compañeros de viaje.
Szifron se revela como un director de incuestionables dotes para llegar al gran público de eso no hay duda. Todo esta cuidado y precisamente colocado para mantenernos en atención permanente, objetivo conseguido a plenitud y a un despliegue hasta cierto punto lujoso. Es toda la parte de la investigación y su relación casi de amigos la que nos deja con todo el interés puesto encima de esta disparatada aventura. Pero una vez comprometida nuestra atención es que sale a relucir toda la parafernalia propia del género y que nos devuelven a la conciencia lo limitado del proyecto.
La variación y auténtico sabor local de la cinta de camaradas pierde bastante cuando se entrega a la dinámica de la acción. Inevitable camino hasta cierto punto, pero que le resta mucho de su casi imposible verosimilitud. Así solo somos testigos de una lánguida versión de tantas películas que acaban con explosiones y demás parafernalia. Toda esta parte final nos da la sensación de estar presenciando solo una copia desinflada del algún film ya no protagonizado por Mel Gibson y Danny Glover sino por sus émulos de moda a lo Ben Stiller y Owen Wilson.
A pesar de que el globo se revienta en este último rozón, no podemos dejar de lado la divertida desfachatez de esta película que nos deja por un momento con la sonrisa en los labios ya no tanto por las situaciones que presenciamos sino ante su absoluta sacada de lengua a escondidas que le hace al género del que se ocupa. Basta ver que Díaz y Silverstein saldrán airosos gracias a la ayuda de sus insólitos camaradas de nombres Farina y Mancuso, ni el mismo Sonny Crockett ha tenido ese privilegio. Como para oír el llamado inevitable de una secuela
Jorge Esponda
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