Memoirs of a Geisha
Dir. Rob Marshall | 145 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Zhang Ziyi (Chiyo/Sayuri)
Ken Watanabe (Director)
Gong Li (Hatsumomo)
Michelle Yeoh (Mameha)
Kôji Yakusho (Nobu)
Estreno en Perú: 13 de abril del 2006
Sayuri (Zhang Ziyi) es una niña muy pobre que es vendida por su familia a una Casa de Geishas, donde estará sometida a la dura disciplina impuestas por la “mami” del lugar: Hatsumomo (Gong Li). Sin embargo, con el apoyo de Mameha (Michelle Yeoh), Sayuri se convierte en una deseada geisha. No obstante, su destino peligra por las zancadillas, celos y traiciones comunes entre ellas. Para esto, Sayuri sueña con casarse con un exitoso ejecutivo (Ken Watanabe), quien le brindó su afecto y le hizo un regalo al encontrarla cuando aún era una niña pobre. Con el estallido de la segunda guerra mundial, todo cambia….
Desde la primera imagen donde una tenebrosa rama se cierne sobre la vieja cabaña donde nació la protagonista, esta película muestra lo que será una de los principales elementos audiovisuales: el enmarcamiento y hasta encajonamiento de los personajes centrales del filme: las geishas. Desde pequeñas estarán limitadas por su condición y aparecerán muchas veces tras cortinajes, rejas de bambú y ventanas que continuamente las mantendrán como encerradas y, por si fuera poco, dentro del propio encuadre de la cámara. De esta forma, el director Rob Marshall busca crear una sensación de encierro y opresión –tanto personal como social– de las geishas.
El segundo gran elemento es la iluminación y la fotografía, que consiguen ambientes ominosos en interiores, pero también un espectáculo de luz y color en las grandes escenas grupales y algunas de las no tan numerosas panorámicas o escenas en exteriores (especialmente, aquella del encuentro entre la pequeña Sayuri y el que a la postre sería su pareja definitiva, Watanabe). A ello debe sumarse la lujosa escenografía, una trabajada ambientación, así como el maquillaje, el vestuario, y la recargada reconstrucción histórica que contribuyen a diseñar un filme de alto contenido estético, sobre todo en lo visual.
Desafortunadamente, esta propuesta peca de esteticismo, puesto que tanto lujo visual incluye también las locaciones más pobres o sórdidas por las que transcurre el filme; por lo cual se pierde toda traza de realismo y más bien se establece una estilización si bien de alta calidad técnica, pero que distorsiona el sentido de la película. Todo este aparato audiovisual termina por convertirse en una jaula de oro que llega a eliminar el aspecto de crítica social y hasta de género que podría encerrar el filme. En lugar de una denuncia de la condición a la que estaban sometidas las heroínas de la película, el mensaje parecería ser “no te metas en pleitos de mujeres porque puedes salir mal parado”.
En efecto, el argumento tiene tres componentes: la formación o entrenamiento para ser una geisha, las relaciones sexuales y amorosas entabladas por las codiciadas damas y las rencillas que se generan al interior de esta exquisita casta de caras damas de compañía. A lo cual debe sumarse la parte previa donde se relata la vida de Sayuri, la principal protagonista. Se explota en el relato la glamorosa leyenda de que una geisha puede dominar a un hombre con sólo una mirada y convertirlo en su esclavo, aunque en realidad lo que vemos es cómo son más bien las geishas las que terminan convirtiéndose en esclavas de los señores con dinero.
Aunque la historia está muy bien hilvanada, la actuación peca de ese refinamiento un tanto artificial que aunado al espectacular acabado audiovisual establece un distanciamiento de los dramas y conflictos establecidos entre los diversos personajes. Todo ello conduce a que se pierda notablemente la posibilidad de emocionar al espectador. En suma, un filme de lujoso acabado visual pero más bien aséptico.
Finalmente, hay otro aspecto anecdótico que un amigo, Enrique Angulo, me comentó. Transcribo a continuación partes de su comentario. La historia de una exitosa japonesa es representada por una actriz china y esto causó más de un problema. En los círculos de Internet se realizó una vasta campaña nacionalista en rechazo a la representación de un personaje japonés a cargo de una renombrada actriz china. Esta inconcebible figura para la República Popular China ocasionó que las autoridades prohíban su proyección en el territorio de la Gran Muralla. El Gobierno proclamaba que de proyectarse la cinta, ésta podría desencadenar algunos sentimientos contra el Japón. Sin embargo, la versión DVD aparecida en las tiendas de Beijing se agotó como pan caliente.
Juan José Beteta
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