Dir. Francisco Lombardi | 121 min. | Perú – España
Intérpretes:
Gianfranco Brero (Saúl Faúndez)
Giovanni Ciccia (Alfonso)
Fele Martínez (Escalona)
Lucía Jiménez (Nadia)
Carlos Gassols (Van Gogh)
Yvonne Frayssinet (Roxana)
Gustavo Bueno (Padre de Alfonso)
Tatiana Astengo (Valeria)
El protagonista, Alfonso, es un joven aunque talentoso aprendiz de periodista. Lo acompaña un personaje secundario de casi igual peso en la película: su maestro y jefe Saúl Faúndez, un viejo periodista que lo inicia en los aspectos más sórdidos de la profesión. Esta es una película que retrata con humor, cinismo y tragedia la vida de las redacciones periodísticas y donde el protagonista termina como un testigo que concluye redactando una novela crítica sobre este oficio tan peculiar.
Ya que recientes películas peruanas han enfilado baterías contra la figura paterna, quizás sea útil volver la mirada hacia Tinta roja, filme del peruano Francisco Lombardi que también tiene como un componente argumental el cuestionamiento al padre del protagonista, pero en el marco de una crítica a fondo del amarillismo periodístico (y, hasta cierto punto, al periodismo en general).
El punto donde se juntan las virtudes y ciertos defectos del filme es la buena adaptación de la novela de Alberto Fuguet realizada por Giovanna Pollarolo. Esta adaptación es tan buena que incorporó hasta algunos de los defectos de la novela del escritor chileno.
Entre los puntos positivos tenemos una sólida estructura dramática que recrea lo que en literatura vendría a ser una novela de aprendizaje. Es decir, la conversión de Alfonso, un joven aunque talentoso aprendiz (en este caso de periodismo en un periódico amarillista), en un profesional; pero también el paso de la juventud a la adultez. Es en el primer nivel (profesional) donde se encuentra el principal aporte del filme. Aquí podemos apreciar los mecanismos de los que se vale esta profesión, básicamente la manipulación de los hechos y los testigos (y hasta las propias fuentes de información –por ejemplo, la policía–) y la aplicación de patrones dramáticos de ficción en la elaboración de las notas “humanas” o policiales. Aclaremos, sin embargo, que el ámbito escogido por Lombardi es el del periodismo amarillo, pero la segunda de estas características se podría aplicar sobre todo al periodismo de televisión; al menos en Perú. Por el lado del aprendizaje humano (que habitualmente sería sentimental), el filme se desarrolla un poco menos y se subdivide entre una relación amorosa del protagonista que no marcha y la relación (distante) con su padre.
Hasta aquí podría pensarse que el filme gira en torno a Alfonso, pero lo acompaña un personaje secundario de casi igual peso en la película: su maestro y jefe Saúl Faúndez, un viejo periodista que lo inicia en los aspectos más sórdidos de la profesión. Las idiosincrasias de Faúndez (donjuanismo, afición por las viudas recientes), sus dramas personales (su amante mantenida, su hijo discapacitado) y los colegas que lo acompañan (el chofer de frases hechas Van Gogh y el silencioso aunque eficaz fotógrafo Escalona) componen una divertida fauna que apoyan al protagonista y sostienen buena parte del filme.
Entre los puntos negativos tenemos algunas situaciones irreales (incluso en un entorno tan sorprendente como el del amarillismo periodístico). Por ejemplo, el primer cadáver que ve Alfonso no es tan terrible como para justificar su vómito o la falsa conferencia de prensa en la policía para burlarse (o “bautizar” al inexperto Alfonso), situación que posiblemente pudiera haber ocurrido en algún lugar, pero que de ninguna manera es procedimiento formal o informal en el periodismo (incluyendo el amarillo). Estos episodios entorpecen el aprendizaje del protagonista, el cual también aparece avanzar demasiado rápido. Pero otro punto poco plausible es la corrección excesivamente literaria (para un diario amarillo) de la primera nota de Alfonso. Esto viene de la novela de Fuguet quien posiblemente ha querido en su texto mostrar una redacción un tanto desbordada (y demasiado bien escrita para el medio) que englobe todas las posibilidades del sensacionalismo. Pero al hacer esta uniformización, la situación pierde verosimilitud; sobre todo para los lectores de la prensa “chicha” en Perú, así como posiblemente para sus equivalentes en otros países.
No obstante, estas debilidades no invalidan la efectividad del producto final y la calidad de la película, que no recurre para nada a efectos formales (salvo algunas tomas aberrantes que cuadran con el periodismo, particularmente televisivo).
La estructura dramática consiste en una estructura paralela con una línea principal (aprendizaje profesional) que gradualmente va entrando al plano personal de los protagonistas para derivar, en la parte final, en la unión de estas dos líneas narrativas y donde aparece el tema del intento de venganza de Alfonso contra su padre y del cuestionamiento del sensacionalismo y el amarillismo, en lo personal, a costa tanto de nuestro protagonista como de su maestro y guía. Buena película que retrata con humor, cinismo y tragedia la vida de las redacciones periodísticas y donde el protagonista termina como un testigo que concluye redactando una novela crítica sobre este oficio tan peculiar. Conclusión a la que también llega Lombardi en su película.
Juan José Beteta
Deja una respuesta