Dir. Francisco Lombardi | 119 min. | Perú
Edición: Roberto Benavides
Intérpretes:
Melania Urbina (Gabriela), Magdyel Ugaz (Ángela), Yvonne Frayssinet (Dotty), Gustavo Bueno (Osmán), Monserrat Carulla (Pilar), Luis Homar (Mar), Wendy Vásquez (Delia), Liliana Trujillo (Aida)
Estreno en Perú:
3 de agosto del 2006 (10º Festival ElCine)
1 de noviembre del 2006 (Estreno comercial)
Estamos casi al final del régimen fujimorista, momento crítico, oscuro y lleno de incertidumbre en medio del cual habrá de desarrollarse una tragedia personal (una entre tantas otras). Es la historia de Gabriela una dedicada profesora y futura esposa cuyo mundo habrá de derrumbarse carcomido por la misma impunidad y corrupción que la rodea y de la cual no habrá de asumir conciencia (como casi toda la nación) hasta muy tarde. Francisco Lombardi nos transporta nuevamente a esos todavía presentes días, pero a diferencia de Ojos que no ven, su mirada se vuelve más recargada, concentrada en el propósito que tendrá a partir de entonces su paciente y resuelta protagonista, interpretada por Melania Urbina.
Francisco Lombardi siempre ha sido el cineasta peruano más interesado en conjugar dentro de sus películas las técnicas narrativas más eficaces, clásicas si se quiere, y siempre al servicio de sus ficciones para poder representar la realidad del país en determinado momento. Mariposa negra conserva este interés del realizador, quien no en vano se inspira en la novela de un narrador de similares intereses como es Alonso Cueto. Así la película no opta por mayores originalidades y se lanza confiada por su historia, que se nos presenta como un largo flashback. Escuchamos la narración de Ángela, quien nos presenta, en un tono y clave baja que caracterizará a toda la película, el contexto desengañado y cínico en el cual se desenvuelve su encuentro con Gabriela, quien habrá de afrontar la pérdida de la inocencia como en otras películas de Lombardi, síntoma de la convulsión social y política del país a la cual nos enfrentamos como a una enfermedad crónica.
La película entonces nos introduce dentro de una premisa poderosa y sugestiva: la determinación absoluta por desgajar el lado corrompido del sistema (impuesto y asumido resignadamente) por parte de una voluntad paciente y terca incluso hasta la locura. Su amargura y rabia se traduce en la de todos los que fueron sometidos al siniestro engranaje del poder durante el fin de la década pasada. Así el realizador se preocupa por impregnarnos esa atmósfera desfalleciente como el desgano y frustración de Ángela (periodista de diario chicha sometida a oscuras maniobras de desinformación), tan mortecina como esa visión de los bebés muertos que anticipan el vía crucis de la todavía esperanzada Gabriela, o las mariposas cuidadas desde el capullo que mueren como eco lejano de su luto. Ambas se convierten en las representantes de la misma nación; una de su lado resignado y servil (aunque Ángela aparente cierta rebeldía que ni ella misma se cree) y la otra del lado idealista hasta la posible inmolación aunque comparta con su compañera de viaje el descreimiento total. El pesimismo entonces vuelve a adueñarse de la obra de Lombardi.
Pero lo que se hace notorio en este film, con todas sus aristas y posibilidades, es sin duda la fatiga creativa del cineasta. Como en su película anterior se hace extrañar el vuelo narrativo y expositivo que en sus más logradas cintas conseguía relatos de auténtica tensión. Mucho de ello se debe sin duda a la más directa influencia del cine de géneros que supo manejar como pocos en el medio nacional. A pesar de que las ambiciones son mayores no consigue plasmar a plenitud esa representación de los difíciles días de las postrimerías del régimen manejado por Montesinos. Pudo haberse convertido en un thriller político pero deja de lado la dinámica, prefiere convertirse en un retrato denso y personal que sin embargo juega con los elementos del género pero con torpeza. Mucho de ello se distingue a partir de la transformación de Gabriela en Moira, prospecto de Mata Hari automotivada por llegar a su blanco: el ‘doc’ mismo.
En medio de este itinerario tan siniestro y oscuro como el sistema al cual intenta destruir, Gabriela / Moira se convertirá en el experimento confuso, y por momentos, mal diseñado por el director en pos de hacer toda una radiografía del momento. Su viaje incluye una repentina transformación en femme fatale, dispuesta a pagar cualquier cuota por acercarse a su presa. Y es en esta parte que el aspecto lésbico tiende a alargarse, especialmente todo el affaire con Dotty Pacheco, la ama, señora y proveedora, quien resulta ser la escala inevitable antes de ingresar al hall exclusivo por donde transita la mano negra del gobierno. Se podría afirmar, a pesar de ello, que no deja de ser inquietante cuando se refiere a los deseos reprimidos y hasta negados que desata en Ángela (acaso otra frustración más) despertada del letargo al que Osmán (Gustavo Bueno) y demás la mantenían.
Pero en líneas generales Mariposa negra dista mucho de las buenas intenciones que la motivan. Todo el desarrollo es más bien desfalleciente (¿acaso efecto buscado?). Lombardi no es versátil aunque nos deja convencidos nuevamente de su buena mano manejando a sus actores. Todos se encuentran óptimos pero son las dos protagonistas las que destacan al sacar a flote dos roles difíciles. Llevan el peso, como sus mismos personajes, de todo el universo que intentan retratar y retar. Lástima que a la película le falte justamente mucho de la convicción de Gabriela, tal vez con ello una misión como la suya hubiera resultado exitosa.
Jorge Esponda
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