Dir. Joaquín Oristrell | 100 min. | España – Alemania – Italia – Portugal
Intérpretes:
Leonor Watling (Alma), Luis Tosar (Salvador), Alex Brendemühl (León), Mercedes Sampietro (Sra. Mingarro), Nuria Prims (Olivia), Ana Rayo (Pastora), Juanjo Puigcorbé (Dr. Mira)
Estreno en Perú: 26 de octubre de 2006
Simpática cinta que nos trae de vuelta el llamado cine de época con un divertido tono de comedia de situaciones. Da cuenta de temas muy serios pero tratados de manera muy despreocupada a la vez. Una intriga en la recatada sociedad de entonces es el motivo del que se vale el realizador Oristrell para despacharse con sus personajes como si fueran protagonistas de una aventura en las calles del siglo actual. La analogía se traduce como correcta si miramos a la década del 10 como una era de cambios drásticos en plena Primera Guerra Mundial y especialmente con las teorías de Freud miradas con asombro y escepticismo a la vez por sus contemporáneos. En tal caótico contexto se desarrollan las correrías de Alma y Salvador, los protagonistas que se quieren, una suerte de Hepburn y Grant pero con toda la explicitez y libertades de nuestro tiempo conseguidas gracias al buen doctor Sigmund.
Estamos ante una comedia de corte sofisticado sujeta a la capacidad de sus actores y réplicas. Es una misteriosa desaparición la que motiva que se presente la total e hilarante zozobra de una familia renombrada en el ámbito de la medicina en la tradicional Barcelona. Leonor Watling y Luis Tosar interpretan a los inocentes descubridores de toda una catástrofe literalmente freudiana que comienza a inquietar a los más correctos y “conscientes” integrantes de su entorno. Acaso si en un comienzo sintieron el factor desentonante en la armonía del hogar como cuñados poco a poco atraídos el uno por el otro. En su investigación habrán de descubrir que son los más centrados en esta comunidad que incluye las más entusiastas prácticas sexuales, los secretos “deshonrosos” consecuencia de ellos e incluso, los más descabellados intentos por detener el curso acelerado de esta transformación.
Como aquellas inolvidables screwballs (comedias ambientadas casi siempre en la high society) se entrega a develarnos el costado risible y falso de las supuestas buenas costumbres. Lo único que hacen Alma y Salvador (como tantos antecesores) es destapar sin querer queriendo la caja de Pandora. Casi en forma de torpe pesquisa detectivesca habrán de pasearse por las filmaciones porno de la época a los burdeles-palacios más de moda y de ahí a una fiesta de gala, antecesora de Eyes Wide Shut. Es el festín en el cual finalmente se habrá de hacer realidad la era impuesta por el padre del psicoanálisis, quien incluso hará su aparición para bendecir el deseo desatado. Mundo trastocado que bajo el filtro cómico deja desconcertados a sus protagonistas, quienes prácticamente flotando en el aire asumirán que su propio mundo familiar habrá asumido otro rostro (e inclinaciones).
Pero la película nunca se asume como un estudio o tesis acerca de este momento de estallido de la modernidad. Siempre al estilo de las clásicas farsas teatrales (asumida con telón incluido) la película transcurre con una llevadera ligereza. Es antes que nada una seguidora de la gran tradición sazonada con la autoconciencia propia de la posmodernidad, por ello es que también puede resultar no tan fresca como sus antecesoras. De ello es consciente el realizador, también dramaturgo, quien asume su idea casi museística, aunque no con la total libertad de prejuicios que hubieran sido necesarios para darle una vuelta de tuerca al género.
Él mismo, a través de su film, se asume como un discreto admirador de la tradición pero sin intentar desmarcarse mucho de ella y de sus aportes anteriores. Algo que no deja de hacernos sentir, con todo lo divertida que pudiera resultar, que estamos muy lejos de los estilos y modalidades del espectáculo que entretuvieron a nuestros antepasados, y no solo por cuestiones tecnológicas (que son las más obvias), sino por que la gran mayoría de las sensibilidades que se atreven a enfrentarlos están ya muy lejanas de su vocación y esencia. Lo que sucedió con el musical y las screwballs hollywoodenses, dentro de su propio lugar de origen, son cabal muestra de ello.
Jorge Esponda
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