The Prestige
Dir. Christopher Nolan | 128 min. | EE.UU. – Reino Unido
Guion: Jonathan Nolan y Christopher Nolan
Intérpretes:
Hugh Jackman (Robert Angier), Christian Bale (Alfred Borden), Michael Caine (Cutter), Scarlett Johansson (Olivia Wenscombe), David Bowie (Nikola Tesla), Andy Serkis (Alley), Piper Perabo (Julia Angier), Rebecca Hall (Sarah Borden), Samantha Mahurin (Jess)
Estreno en Perú: 9 de noviembre del 2006
La obsesión del hombre ante el perfeccionamiento de sus propias quimeras es representada en este atractivo film del británico Nolan. Dos magos entablan, casi desde sus primeros trucos bajo la manga, una rivalidad absoluta cercana a la de los duelistas de Joseph Conrad. Vidas y voluntades alimentadas bajo los secretos y engaños, las apariencias y las ilusiones que reclaman de ellos la entrega total, a cambio de la posible gloria a fines del siglo XIX, momento de grandes avances y descubrimientos los cuales caminan paralelamente en medio de las sociedades asombradas por los espectáculos de ilusionistas, charlatanes o absolutos amos de lo inexplicable. Idea esta última que comienzan a creerse sus dos protagonistas como habrían de hacerlo los científicos propulsores de era tecnologizada del siglo siguiente. Film de misterio en el cual los temores modernos por estos nuevos poderes son remontados hasta la época de Thomas Alva Edison y demás. Expresión misma de las futuras certezas científicas aun en el terreno de la oscura prestidigitación.
Borden y Angier (notables Bale y Jackman) son estos enemigos a muerte, tanto como sus personales búsquedas por la fantasía mayor continúen insaciables. La película nos da a conocer sus historias, paralelas o intersecadas en algún momento, de manera impresionante como lo hiciera desde la celebrada Memento. Estamos ante un film de extraño suspenso elaborado como las cajas chinas y deconstruido a partir de los diversos tiempos que dominan las perspectivas de cada uno de ellos. Entramos así a esta variante del mundo del espectáculo en la que, como ninguna las técnicas profesionales se guardan con extremo recelo, tanto más dentro de los colegas que con el mismo público fascinado con estos misterios sin resolver, que abren la puerta de lo maravilloso a simple vista. Sabiéndose dueños de este poder no dudarán en indagar más allá, hacia donde lo desconocido reposa con la certera promesa de peligro y nuevas posibilidades. Acaso si estos magos del show business no son sino representantes permitidos de los verdaderos hechiceros de la ciencia aún rechazados y perseguidos, quienes comienzan a trastornar las reglas establecidas y aceptadas.
En su batalla por el gran truco, habrán ambos de dar con la idea del hombre transportado, concepto digno de la mayor especulación científica cuando menos en nuestra época, pero que es desarrollada como atributo divino (o demoníaco) por los rivales, cada cual desarrollando la farsa propia o saboteándosela al otro. Camino que los hará encontrar a su maestro, su doctor Frankenstein: el insólito Nikola Tesla (extraño y preciso papel para David Bowie), el padre desarraigado e incomprendido del concepto de la corriente alterna, convertido en la película en el proporcionador de la parafernalia inspiradora, del cúmulo de los sueños perseguidos por estos artistas del engaño. El móvil para complacerlos será la posibilidad de ver con vida sus propios sueños de “inventor loco”, negado por las manos más hábiles en los negocios de la tecnología (camino deformado que se inició en los albores del siglo XX, con las catastróficas consecuencias que conocemos). A su modo, un mago de inquietante y reales poderes que habrá de otorgar su don a los últimos y obsesivos perseguidores de lo desconocido, que llegaron hasta él y la película lo presenta así, como el personaje clave en el desarrollo de los desproporcionados proyectos de Borden y especialmente del siempre rezagado Angier (tan descomunales como los de quienes se apropiaron de sus conceptos).
El envolvente relato se convierte en una siniestra metáfora sobre el poder absoluto y desmedido que en manos del hombre ha creado el verdadero enfrentamiento con el mundo y su plan milenario. Osadía que como en las más remotas leyendas habrá de recibir el castigo, la marca del crimen indeleble en la frente. El real hombre transportado habrá de significar este grito de victoria aparente que en verdad es tan solo la firma de un contrato mefistofélico. El Gran Danton entonces proclamará la sentencia perfecta de que “las posibilidades del hombre superan a su imaginación”, canto de triunfo como el de la gran tecnología por venir que deja por una sola vez al profesor detrás del aprendiz. Viaje trastocado por la convocación de poderes mayores y que convertirá en juego mortal la competencia profesional y la cual la película resuelve aprovechando muy bien los mecanismos y giros de las clásicas cintas de misterio (de más está, pero aun así podemos citar a los maestros como Welles, Hitchcock y Clouzot).
Nolan confirma que se trata de un talentoso creador de climas pesadillescos, paranoicos e intrigas de zozobra existencial. De ello ya nos había convencido luego de su salto a la fama con las acrobacias narrativas de Memento. The Prestige se acerca fácilmente a ser una de sus mejores películas, tan diestra en el manejo del tiempo y los ritmos propios del thriller como en la rápida madurez de su propuesta y la concepción y desarrollo de sus personajes (sacados de una novela de Christopher Priest), como para volver los ojos (como él mismo lo hace) nuevamente en aquellos artilugios naif que encandilaban al mundo, con la posibilidad de atravesar el espejo como lo hacia Alicia y Peter Pan, y que fueran reemplazados por parafernalias mayores entre ellas, el cine
Jorge Esponda
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