Dir. Sandro Ventura Mantilla | 107 min. | Perú
Intérpretes:
Fiorella Rodriguez (Jimena)
Karina Calmet (Cecilia)
Gonzalo Revoredo (Jorge)
Roger del Águila (Pablo)
Karen Dejo (Carla)
Miguel Torres-Bohl (Tereso)
Estreno en Perú: 23 de noviembre del 2006
Como remarcando aún más la tendencia del cine peruano, estamos ante una nueva ópera prima. El novel director Ventura nos presenta una comedia de situaciones alrededor de los problemas habituales de un puñado de limeñitos. Queriendo y no queriendo acercarse al modelo alleniano, nos presenta una serie de episodios alrededor de las usuales inquietudes que tanto son carne del escándalo en los shows de la conversación. Intención divertida y de la que mucho seguramente tendrá que decirse. Su punto de atención dentro de los habitantes de la gigantesca, disímil y harto cacareada “ciudad de los reyes”, serán las versiones locales de los superados yuppies de otras latitudes. Mirada que intenta aprovecharse de la apariencia de frivolidad de estos para proyectar una cinta de risas, y casi salsa, que le debe más al formato televisivo que al cinematográfico.
Digamos de arranque que lo más obvio y previsible se cumple con esta cinta. El director Ventura apuesta de lleno por la humorada, por la caricatura de un grupo social al cual se divierte parodiando hasta cansarse, objetivo que consigue no con pocas risas del espectador. Lo que vemos a lo largo del metraje es una serie de episodios más o menos ocurrentes alrededor de las urgencias diarias de profesionales al borde de los treinta y sus primeras crisis de la edad madura. Pero más allá de ello se denota una mirada bastante conocedora de este “circo beat”. Ventura hace su réplica pituca de la pachanguera Peloteros, o más bien su versión chicha de las aventuras del neoyorquino Woody. No en vano la película se divide en intertítulos (colocados caprichosamente), que intentan convertirla en una reactualización de la célebre Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar.
Así vemos los calenturientos afanes en una oficina alrededor de la figura de Karen Dejo convertida en objeto de deseo de un par de camaradas tan disímiles como Abott y Costello, mientras que en una residencia (de las que tanto sirven de sets de telenovelas) se desarrolla una plática de amigas a la expectativa de una celebración o un desastre. Anécdotas asumidas por momentos con la verdadera convicción de tomarse en serio los modelos de un autor. A ratos la payasada no deja de querer convertirse en una versión de algún filme independiente americano a lo Singles de Cameron Crowe (hasta tenemos la propia mirada confesional de los personajes ante la cámara). El gran problema de la película, para acercarse a ello, son las deficiencias de una obligada austeridad que convocan al ingenio para convertir en cinematográficas algunas escenas y momentos que en manos de un director como Casavettes se elevaban por encima de su extrema desnudez. Por este lado el talk show es una nulidad rotunda.
Lo mejor es la desfachatez con la que Ventura se lanza sin remilgos a la burla de estos especimenes de la fauna local y para ello se vale de una nada despreciable habilidad en la dirección de actores, quienes finalmente son los que sostienen el ritmo llevadero de varias secuencias (especialmente Calmet y Rodríguez, esta última quien estira muy bien la caricatura de una irritante ama y señora), y siempre apoyados en diálogos bien concebidos. Pero aún con estos puntos a favor la película nunca despega de la chatura, de su imagen concebida con la impersonalidad de una telenovela, de su incipiente sentido de lo cinematográfico. Ahí donde otros discípulos de Allen juegan con la ironía, aquí nunca se deja de convivir con la primeriza chacota, especialmente en el intrascendente plot entre el casto Tereso (mariposa extraviada al que ni los consejos del DJ Suárez-Vértiz harán reaccionar) y sus compañeros de trabajo.
Sólo son algunos breves instantes al final, en los que el espectáculo toma un rozón con la auténtica tensión, como si quisiera invocar a la inspiración del melodrama. Lástima que solo es un viento suave que no consigue sacarnos o ventilarnos de la ya estirada espera. Aún así nos deja intrigados por lo que se hubiera hecho en un proyecto de ambiente similar, en el que se develen (de manera divertida o no) todos los males, insatisfacciones, y caprichos, más que sólo una mera radiografía de la huachafería en su máximo esplendor.
Jorge Esponda
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