Hace poco he tenido la oportunidad de prestarle atención al cine asiático, particularmente al japonés y al coreano. Dentro de la búsqueda de películas de esta parte del mundo, he logrado ver filmes de directores de distinto calibre: Takeshi Kitano, Chan-wook Park, los hermanos Pang, Wong Kar-wai, Hayao Miyazaki y Takashi Miike. Pero esta semana, por recomendación de Lucho, he podido ver Tetsuo, el hombre de acero (Tetsuo, 1989) del director japonés Shinya Tsukamoto. Un film violento de principio a fin pero que sin duda es referente de muchos de los filmes alternativos y fantásticos de la nueva generación asiática post 90.
Rodada en blanco y negro, son dos los elementos que me interesaron dentro de la película (Ganadora del premio a mejor película fantástica en el Festival Internacional de Roma 1989). El primero es el juego que el director nos invita a recorrer a partir de un guión llevado a su máxima alucinación: tras un choque automovilístico un hombre empieza a sufrir los estragos de una mutación que lo llevará a convertirse en el malvado hombre de acero. En otro lado de la ciudad, un fanático de los metales –tan fanático que suele introducirse restos de chatarra en su cuerpo– inicia la búsqueda del accidentado que cada vez se parece más a una carretilla de chatarra.
El segundo es el juego de Tsukamoto para introducir dentro de la trama todos los elementos audiovisuales posibles para bombardear visualmente al espectador y mantenerlo dentro del mundo fantástico de la película. En ella nos topamos con una edición de ritmos rápidos, estilos diversos y formatos que cambian constantemente, rompiendo estructuras pero sobre todo atacando los sentidos de manera agresiva.
Si para muchos la película carece de una historia «bien contada» he podido ver que el desarrollo de ésta existe; y que tiene los elementos necesarios que la hacen una sólida historia: el personaje principal, la eterna enamorada dispuesta a ayudarle, la grotesca escena amorosa, el malvado que trata de hallar el instrumento preciso para conquistar el mundo y ‘decorarlo’ a su gusto. Lo único que habría que decir sobre el guión es que está realizado de manera distinta, muy personal y muy jalada de los pelos, pero por sobre todo innovadora, original y lograda.
Está película tiene una secuela –que en realidad no lo es– Tetsuo, el hombre martillo (Tetsuo II: Body Hammer, 1992) que espero impaciente poder ver pronto.
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