Dir. Matías Bize | 59 min. | Chile
Guión: Julio Rojas y Paula del Fierro
Intérpretes:
Blanca Lewin (Blanca)
Antonia Zegers (Antonia)
Diego Muñoz (Diego)
Sebastián Layseca (Sebastián)
Victor Montero (Víctor)
La renovación del cine chileno ya tiene nombre según muchos críticos del país del sur: Matías Bize ha logrado a través de tan solo dos películas hacerse de un estilo propio y de reconocimiento internacional, una tendencia que siguen muchos directores noveles de Latinoamérica. A continuación, una mirada a su opera prima: Sábado, una película en tiempo real.
La primera película del chileno Matías Bize (Santiago de Chile, 1979) se promocionó como la primera película en tiempo real de Latinoamérica. Pero después de verla un par de veces, pienso que la película encierra mucho más que un largo plano secuencia de una hora de rodaje.
Si bien, la historia de Sábado no es original ni tiene un desarrollo desconocido para el espectador; goza de frescura por la forma en que está contada. Una novia (Blanca Lewin) se entera el día de su boda que su futuro esposo (Diego Muñoz) sigue viendo a su ex ‘polola’ (Antonia Zegers) y que ésta a su vez, espera un hijo.
Nada novedoso en el guión sino fuera porque la que le da la noticia a Blanca es la misma amante del novio, que además, y con mucho tacto, registra el hecho en una cámara de video. Por esta cámara el espectador acompañará el desarrollo de la historia durante 60 minutos, cámara en mano, sin cortes ni efectos.
Esta particular forma de diseñar la película no es cosa nueva, incluso creo que es debido a la poca ayuda financiera recibida por Bize, que en la época que rodó Sábado, no había terminado la carrera ni era una promesa nacional en el país del sur. Bize sólo contaba con cortos estudiantiles para la Escuela de Cine de Chile y solía trabajar con el mismo escaso equipo de producción con el que hizo su ópera prima, incluyendo a Blanca Lewin, protagonista y amiga desde sus obras cortas.
No se trata pues, de la invención del fuego. Ya en Dinamarca, Lars Von Trier había revitalizado la cinematografía danesa a partir de un concepto llamado Dogma 95 que daba mayor importancia a la historia que a la parafernalia cinematográfica.
Parece que Bize toma aspectos del movimiento dogma para poder hacer realidad su historia y a partir de ella generar en Latinoamérica la misma impresión, críticas y reconocimientos necesarios para el cine chileno que lo conseguido por Von Trier casi 12 años atrás.
Pareciera que Bize hubiese estudiado este movimiento para darlo a conocer en Latinoamérica; para adecuarlo a la realidad tercermundista a través de una historia bastante frecuente en esta parte del continente, pero haciéndolo con un sello personal, consciente de que esa dirección podría darle beneficios futuros.
Pero Bize logra mucho más. Logra que –al igual que Reygadas y Alonso– el cine de esta región se tome un necesario respiro del cine tradicional, un aire juvenil que a través de nuevos directores ha ayudado no sólo al reconocimiento internacional de la cinematografía de sus propios países sino además generar un interés mundial por el séptimo arte sudamericano.
Sábado, no es una gran película pero el tratamiento y la forma con la que dirige Matías Bize la han hecho merecedora de lauros que han recalcado su estilo, la creatividad para lograr la puesta en escena de sus guiones y sobre todo la idea de saber que el cine puede innovarse cada día; sólo falta, en palabras de Bize, escuelas que busquen que cada realizador encuentre su estilo.
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