Dir. Tony Scott | 128 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Denzel Washington (Doug Carlin)
Paula Patton (Claire Kuchever)
Val Kilmer (Agente Andrew Pryzwarra)
Jim Caviezel (Carroll Oerstadt)
Adam Goldberg (Denny)
Estreno en Perú: 11 de enero de 2007
El siempre hábil elaborador de recetas Jerry Bruckheimer vuelve a convocar a su compañero de varios trajines de antaño Tony Scott para esta nueva cinta de acción protagonizada por Denzel Washington. Mucho más americano que inglés el director de cabecera, y modélico de todos los que han servido al estilo del psicólogo/productor Jerry, se entrega una vez más a la encomienda de siempre pero el guión en esta ocasión le tiene listo un aderezo peculiar a utilizar. Suerte de policial y ciencia-ficción en el que el protagonista se introducirá en un caso del que parece ya conocerlo todo de antemano. Situación irónica que más bien se asemeja a la de nosotros como espectadores de estas intrigas rutinarias una y otra vez.
El buen Denzel no se hace mayores problemas y desde un inicio se introduce en su arquetípico personaje para el cine de acción que esta vez asume el nombre de Doug Carlin. Un bien intencionado agente de la ley y el orden que acudirá al llamado de la emergencia tras un atentado en la aún castigada New Orleáns. La obsesión de Doug por una de las víctimas se verá expandida ante la magia de la tecnología que cada vez facilita las posibilidades de hacer de la investigación policial toda una actividad de salón, esa es una de las pasiones de hoy en día y el controlador de masas Bruckheimer lo sabe como pocos. La película se vuelve en la representación de otra, la que los especialistas le presentan al héroe de ocasión para que encuentre los hilos conductores hacia el perpetrador del crimen.
Pero ahí no quedará la cosa pues la intención de Doug (como la de cualquier patriota dolido por los desastres de esta década) será la de revertir los acontecimientos, de alcanzar la posibilidad de llegar más allá de las barreras del tiempo y prevenir la destrucción masiva o la pérdida personal. Nos encontramos entonces ante una estrafalaria fantasía romántica sazonada con los calculadores ingredientes de su marca de fábrica. El desconcierto se torna en burlona expectativa ante una realización áspera y veloz que no calza para nada con la su giro argumental más que tirado de los pelos. La sutileza no es una característica de Tony y Jerry, aunque el primero quiso intentarlo alguna vez en la lejana The Hunger (convertida por algunos en un film de culto), otra evocación al universo de la fantasía que al menos en el papel era más coherente que su última película.
No es de extrañar la presencia de Jim Caviezel, anteriormente enredado en un plot similar en Frequency y que tiene un breve momento para asumirse nuevamente como parte de lo más reaccionario (ya sabemos entonces que pasó con la resurrección de su Cristo). Breve lectura a un personaje que pertenece a lo más tedioso del cine de acción, caricatura de villano indolente al “don’t worry baby” que cantan sus futuras víctimas. Doug llega hasta él como a la bella Claire que asume el rol Dulcinea en espera de su salvador de otro tiempo. Convicción en su acto de ilusión es lo que le falta a Scott, si con las justas ha llegado a ser un oficioso artesano es gracias a la ocasional ayuda de algún ingenio o talento detrás de él (Tarantino en True Romance).
El viaje de Doug asume más que un solo guiño al Vértigo hitchcockniano, claro que tampoco desea convertirse en la gran odisea que supera la realidad, pretende solo acercarse al juego del destino de la saga Terminator, o de manera más brutal al otro que emprendió el divertido Marty McFly en Back to the Future, pero aún así le falta mucho del sentido de humor de ésta, su capacidad para no tomarse en serio con mensajes post 11 de setiembre o Katrina. El sacrificio de Doug más bien se acerca a la pomposidad y “tragedia” del Superman de Donner dando vueltas alrededor del planeta para hacerlo girar en sentido contrario para ahorrarse los afanes a pie en tierra. Para entonces el tema del déjà vu se ve reducido a un imposible giro de coincidencias que se nos presenta como un plato sin calentar.
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