La película más reseñada de la semana es La conquista de honor, a ella se le sumará en los próximos días Cartas desde Iwo Jima, la segunda parte de este díptico de guerra. Eastwood es el nombre de febrero.
Para Ricardo Bedoya en El Dominical de El Comercio, La conquista del honor es una película de segundas miradas, miradas desencantadas:
Todo en esta película, el pasado y el presente, el combate y la memoria, el heroísmo y la fanfarria mentirosa, está envuelto en un clima espectral, cercano al lamento y al duelo. Pocas películas de guerra resultan tan poco glamorosas como esta, de Eastwood. (…) La de Eastwood es una mirada de la era «post», la del que sabe que las cosas tienen un revés y que es imposible filmar con el aire tónico, despreocupado y asertivo de otros tiempos. Es el gran cineasta del «segundo acto».
Fedérico de Cárdenas en Domingo de La Republica saca un balance positivo a pesar de algunos traspiés:
Quienes admiramos el cine de Eastwood sabemos que la relación entre generaciones, lo que una puede dejar a otra, lo preocupa. Es también, lástima, la parte más explícita, aquella en la que, a través de entrevistas, pierde ese tono de pudor y sutileza. Pero es el pequeño reproche que le podemos hacer a un gran filme sobre la ética, que plantea temas como la transmisión de la memoria, la relatividad de la historia y la delgada línea que separa a héroes y charlatanes. No es poco.
A Isaac León de La Primera le sorprende la posición crítica de Eastwood en esta cinta:
La perspectiva crítica que ofrece esta película es demoledora y va más allá de esa coyuntura histórica, pues implícitamente alcanza a guerras sin justificaciones éticas (aunque sí geopolíticas y económicas) como las de Vietnam e Iraq. Ni Michael Moore hubiera podido ser tan corrosivo como el Eastwood de La conquista del honor.
En la revista Somos, Sebastián Pimentel coincide con sus colegas:
La conquista del honor es una muestra más de la capacidad de su realizador para acercarse de una nueva manera a su tema: la naturaleza de los lazos espirituales y el sacrificio que los marginados se prodigan por amor. (…) Con este filme, Eastwood demuestra que puede moverse con la misma maestría realizando una película épica, de focalización múltiple y acentuando la crítica a las historias oficiales de las naciones.
Para variar, Enrique Silva se interesa en Babel en su columna de Correo y escribe sobre el alcance de la película:
Por más que González Iñárritu persista en las mismas ideas y temas (se dice que con ésta ha culminado una suerte de trilogía), y su visión se extienda más allá de un solo continente y los idiomas se multipliquen. (…) Sobre el papel, nada parece unir a la mayor parte de estos personajes y su particulares historias, pero González Iñárritu y Guillermo Arriaga se encargan de establecer las vinculaciones y estrechar los lazos, aunque sea a la distancia. No hay un episodio que destaque nítidamente sobre los otros…
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