Lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía 10 años y acabábamos de experimentar una explosión del fenómeno video rent en Lima. Creerán que exagero, pero hasta la panadería de la esquina de mi casa había implementado su propia videoteca para que, junto a tu bolsa de pan y tu periódico, llegues al hogar-dulce-hogar con una copia, pirata, de alguna buena cinta de acción o suspenso.
Y las copias eran malísimas, sin embargo poca gente se quejaba. No recuerdo visitar mucho el cine, prefería ver películas en casa, en el antiguo Betamax que seguíamos utilizando debido a la terquedad de mi familia en migrar, como era común ya en esa época, al honorable VHS.
No crecí viendo cine clásico, europeo o independiente. Yo crecí admirando Las Tortugas Ninja, Terminator 2 y Mi pobre angelito. Películas que visitaba, literalmente, hasta que la cinta se gastara.
Eran 4 especímenes que habían sufrido un accidente radioactivo y, de ser pequeñas tortugas, se habían convertido en inquilinos de los subsuelos neoyorquinos. Usaban antifaces, comían pizza y tenían mucho de artistas. Bueno, al menos los nombres: Leonardo, Michaelangelo, Donatello y Raphael. Eran Las Tortugas Ninja, que tomaron Lima por asalto. Y una popular canción sonaba en todas las radios: el Ninja Rap.
Ese es el cine de mi niñez. No se preocupen: ya tendremos más tiempo para hablar acerca de Arnold Schwarzenegger haciendo de exterminador (y de detective en el Kinder) y de Macaulay Culkin viviendo una vida lejos de las drogas. Por mientras, me entrego a la aventura de desempolvar el soundtrack de Las Tortugas versión cassette de El Virrey. Eso sí que es vintage. Cowabunga!
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