The Departed
Dir. Martin Scorsese | 152 min. | EE.UU.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Billy Costigan), Matt Damon (Colin Sullivan), Jack Nicholson (Frank Costello), Mark Wahlberg (Dignam), Martin Sheen (Oliver Queenan), Ray Winstone (Mr. French), Vera Farmiga (Madolyn), Anthony Anderson (Brown), Alec Baldwin (Ellerby)
Estreno en Perú: 23 de noviembre de 2006
“Si a un niño le preguntan si de mayor quiere ser policía o ladrón, la respuesta debería ser: ¿Cuál es la diferencia?”. Así de contundente desembarca en la pantalla grande, bajo la plática del oscuro personaje de un Padrino irlandés, Frank Costello, la última excelencia de Martín Scorsese, retornando a la factura de delicatessens como Taxi Driver, Toro salvaje, La última tentación de Cristo, El color del dinero, Uno de los nuestros, Casino ó Gangs of New York.
Los infiltrados, (The Departed), remake de una película de mafiosos en Hong Kong, pero trasladada esta vez al escenario urbano de Boston y sus mafias callejeras (muy al estilo Chicago años veinte) es un cine de esos de los que ya casi no recordábamos, una mezcla de producto independiente y comercial, revestido de testosterona pura y dura y envuelto con el más exquisito papel de regalo: la genialidad de un maestro montador de imágenes y sabedor de ritmos narrativos.
Tercera colaboración con Leonardo DiCaprio, que ha demostrado, después de algún que otro tropiezo, que cada día es más actor y que puede llegar a la talla de un De Niro cualquiera. Martin Scorsese ha reunido a un sorprendente grupo de nombres del cine que junto de DiCaprio se deslizan como vaselina aportando a lo extraordinariamente bien narrado esa calidad que fluye tan diligentemente en los profesionales: Jack Nicholson, Matt Damon, Martin Sheen, Mark Wahlberg, Alec Baldwin…
Dos infiltrados se juegan la vida en las ratoneras de Boston, uno en cada esquina del tapete, uno asignado por la policía metropolitana con la connivencia del FBI en una arriesgada misión dentro del sindicato de la mafia irlandesa, liderado por el esquizoide Frank Costello (un Nicholson nadando en sus tics) y el otro le da la réplica como infiltrado en la policía bajo mando de Costello, haciéndose pasar por un agente modelo. Ambos acaban profundamente consumidos por sus dobles vidas y lucharan con toda la agudeza que les permita su stress tratando de desenmascarar al otro en un fango en el que todos mienten, haciendo uso de la tecnología telefónica como gran chivato y sin un solo voto para la confianza, si acaso una mínima concesión a la ternura con el personaje femenino (el más desdibujado) creado para solad de los dos guerreros.
Una filmación de dos horas y media que pasan como un rayo, merced a un absorbente y bien elaborado guión que transforma la historia de mil enredos en un complot fácil de seguir. Todo un prodigio.
La música punk y rockera acomodada en melodías celtas le va como un guante al hiperrealismo de ciertas escenas y encaja a la perfección con la esencia ratera de la historia gris y amarga que se aleja de los esquemáticos contornos de bueno y malo, y donde lo “correcto” en este caso se vería reflejado en la petición final de recuperar la identidad personal, que no policial, de uno de los infiltrados.
Huele a Estatuillas Académicas este filme, donde hasta los personajes más secundarios están a la altura.
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