Dir. Alejandro González Iñárritu | 142 min. | EE.UU. – México
Intérpretes: Brad Pitt (Richard), Cate Blanchett (Susan), Gael García Bernal (Santiago), Elle Fanning (Debbie), Kôji Yakusho (Yasujiro), Rinko Kikuchi (Chieko), Adriana Barraza (Amelia), Nathan Gamble (Mike), Mohamed Akhzam (Anwar), Said Tarchani (Ahmed), Boubker Ait El Caid (Yussef), Mustapha Rachidi (Abdullah), Peter Wight (Tom), Harriet Walter (Lilly), Trevor Martin (Douglas), Mónica del Carmen (Lucía).
Estreno en Perú: 1 de febrero de 2007
Una mujer norteamericana recibe accidentalmente un disparo de bala de un niño marroquí y es abandonada en el desierto únicamente al cuidado de su esposo; además, una niñera decide atravesar la frontera y llevarse a los pequeños hijos de la pareja anterior a una boda a celebrarse en México; y por último, una adolescente japonesa sordomuda obsesionada con el sexo, las historias de Babel giran alrededor del gran tema de la incomunicación y sus implicancias en la sociedad contemporánea.
En esta última entrega de la llamada “trilogía del dolor”, precedida por Amores perros (2001) y 21 gramos (2003), el mexicano Alejandro González Iñárritu emplea una estructura similar a las cintas anteriores: las subhistorias conectadas entre sí por un motivo específico que debe atravesar todo el filme. Solo que esta vez dicho motivo no se manifiesta icónicamente a través de elementos concretos (como lo eran los perros en su primer filme), sino que está relacionado con las limitaciones expresivas frente al otro y con las consecuencias que ello acarrea. Si en Amores perros la historia se articulaba sobre la base de la debilidad humana que encontraba un paliativo en el afecto por los perros, el gran tema de Babel gira alrededor de la incomunicación y sus implicancias en la sociedad contemporánea. La incapacidad de comunicación debida en primera instancia a las barreras del lenguaje, pero también a los prejuicios y estereotipos instalados en plena “era de la globalización”.
Una mujer norteamericana recibe accidentalmente un disparo de bala de un niño marroquí y es abandonada en el desierto únicamente al cuidado de su esposo; además, una niñera decide atravesar la frontera y llevarse a los pequeños hijos de la pareja anterior a una boda a celebrarse en México; y por último, una adolescente japonesa sordomuda obsesionada con el sexo. Estas tres subhistorias, aunque ostentan dentro del filme similar jerarquía, tienen no solo un tratamiento sino un desarrollo dispar por la naturaleza misma de sus argumentos. Pongamos como ejemplo la historia que transcurre en Japón: ésta no necesitaba un mayor desarrollo pues hubiese resultado redundante y hasta hubiese perdido fuerza. Como espectadores, nos basta con ser insertados en el contexto que rodea a la joven sordomuda para posteriormente poder penetrar en su mundo interior, en su propia naturaleza y, de este modo, en los motivos que rigen su comportamiento. Como historia independiente, la japonesa es la que deja mejor impresión debido a los mayores alcances simbólicos que ofrece. Aunque también tiene mucho que ver la solvente actuación de Rinko Kikuchi en el papel de la incomprendida Chieko. La cinta de González Iñárritu alcanza puntos altos con esta subhistoria.
El guion elaborado por el también mexicano Guillermo Arriaga es pretencioso. En él intenta abarcar culturas distintas y hacerlas enfrentarse entre sí, señalando sus diferencias por medio del contraste y sus similitudes teniendo como punto de partida la desgracia. Abundan los personajes esquemáticos, a pesar de que las actuaciones alcanzan un buen nivel. La creación de situaciones límite, ya apreciado antes en 21 gramos, se siente por momentos forzada, y además la estructura misma hace que el espectador se sienta manipulado. A mi parecer quizá esto se deba sobre todo a que la película, a pesar de las emociones desbordantes que plasma, nunca logra ocultar del todo la cerebral dirección de González Iñárritu.
La película no quiere dejar indiferente al espectador: muestra a través de ejemplos cuidadosamente escogidos el modo en que el mundo contemporáneo se transforma en la bíblica ciudad de Babel, y enfatiza la advertencia acerca de la incomprensión frente al otro y el caos al que peligrosamente podríamos llegar. Es de agradecer el mensaje, sino fuese tan evidente. Pero a pesar de los reparos expuestos, al César lo que es del César: hay que decir que Babel resulta una cinta muy interesante y atractiva, con grandes momentos memorables, y digna de ese director talentoso y hábil que es el mexicano Alejandro González Iñárritu.
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