Una huaca de Pueblo Libre como escenario, viernes 23 de febrero por la mañana. El equipo de rodaje de El inca, la boba y el hijo del ladrón se afana por cumplir con el plan de filmación. Es el tercer día de trabajo y parece que hasta ahora todo va bien. Bien por ellos.
Encontramos a la productora de la película, Verónica Oliart. Nos presenta a Ronnie Temoche quien con un sombrero blanco lidia con el sol y con los inconvenientes del rodaje. Es su primera experiencia en la filmación de un largo. Llegamos justo en el momento en que “El inca” –Carlos Cubas- ataviado con una capa roja y con botas de cachascanista empuja un desvencijado auto conducido por unos niños que no dejan de gritar. Alrededor observamos una especie de asentamiento humano, viejas esteras que se levantan sobre el polvo del terreno. Un endeble corral rodeado de botellas vacías. No hay sombra por ningún lado, ni un árbol. Se diría que esas casuchas han sido erigidas por infortunados dueños hace años. No es así. Guillermo Isa, el director de arte nos cuenta que todo ha sido levantado hace menos de un mes. Cada silla con el forro reventado, cada viejo mueble de cocina, cada ladrillo mal encajado, cada estampa que cuelga en la pared han sido colocados ahí formando un abigarrado conjunto. Notable.
Ahora Micaela Cajahuaringa encuadra el plano de un niño golpeando el costado del auto desvencijado, la directora de fotografía acerca un fotómetro de mano para medir la intensidad de la luz. Más allá, Guillermo Palacios ajusta los controles de sonido para lograr la mejor toma de audio, indica un movimiento del boom. Parece que ahora sí está satisfecho. Con un megáfono en la mano, Felipe Degregori, el asistente de dirección, da las órdenes para realizar la siguiente toma, pide silencio y llama nuevamente al inca. Guilermo Isa y Nené Herrera -la vestuarista- arreglan el tocado del personaje y su capa, deciden que vaya sin el penacho, es que don Carlos no sale en el encuadre esta vez.
Por fin Ronnie Temoche da la orden, el clásico “¡acción!”. Los niños dentro del auto y sobre el capote arman una bulla considerable, el carro cruje y se mueve a los costados, pero apenas avanza un poco, justo como avanza el rodaje, poco a poco, pues hay que armar cada toma moviendo las piezas y jugando con las distintas variables. Antes de cada toma un asistente limpia el lente de la Arriflex concienzudamente, otro provisto de una güincha mide las distancias para elegir el objetivo correcto, la script toma notas permanentemente, los eléctricos instalan luces y paneles reflectantes, los grips arman rieles para una toma con dolly, y así un equipo de más de veinte personas empiezan a dar forma a lo que en unos meses será una nueva película nacional. Que todo salga bien.
Queremos agradecer al equipo de El inca, la boba y el hijo del ladrón por permitirnos ser parte del rodaje, seguiremos ahí para documentar el proceso.
Fotos: Hugo Palomino
Video: Luis Ramos
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