Mi papá estaba orgulloso de su Betamax, y yo también. Lo compró en Panamá por 400 dólares y lo trajo a casa en una época en la que los ciudadanos limeños aun no tenían acceso al hermoso reproductor de video.
A pesar de que era enorme (y quiero decir ENORME), corrían tiempos asombrosos en los que el nuevo sistema te permitía ver un programa de televisión mientras grababas otro o, más divertido aún, hacía posible que rellenarás un video completo solo con tu serie favorita de TV. Eso sí, estando atento a los comerciales para poner pausa y, así, ahorrar un poco de cinta.
Fue introducido al mercado por Sony en 1976, un año antes que la JVC y Matsushita crearán el VHS, formato que lo desterró debido a las «ventajas» que presentaba.
A pesar de ser más pequeño que su competencia, el Betamax tenía más líneas de definición, es decir, mejor calidad de imagen. Sin embargo, una cinta de VHS ofrecía una hora más de duración y, aún cuando el Betamax presentaba una mejor calidad de audio y video, éste sólo podía realmente aprovecharse con sistema de televisores de gama alta, equipo muy escaso para los estándares caseros de la época.
Pero el detalle que cambió radicalmente la situación fue el ansia de Sony por obtener regalías de su invento, mientras JVC prefirió sacrificar dichas ganancias y abrir su estándar, causando que, en 1984, doce compañías apoyaran a Sony de las 40 que fabricaban reproductores VHS.
Cuatro años después, Sony admite su derrota y anuncia la producción de una línea de grabadoras en VHS, formato que tenía ya el 95% del mercado y, como era natural, se convertiría en el video estándar por los próximos 20 años.
Ya en el 2002, y luego de 24 años de producción, el Betamax muere. Hay que agradecerle los buenos momentos registrados en sus cintas pero, sobretodo, haber sido los culpables de la primera cámara de video casera, la Betamovie, que mi papá también compró por aquellos tiempos.
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