The Jacket
Dir. John Maybury | 103 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Adrien Brody (Jack Starks)
Keira Knightley (Jackie Price)
Kris Kristofferson (Dr. Thomas Becker)
Jennifer Jason Leigh (Dr. Beth Lorenson)
Kelly Lynch (Jean Price)
Brad Renfro (The Stranger)
Daniel Craig (Rudy Mackenzie)
Steven Mackintosh (Dr. Hopkins)
Estreno en Perú: 8 de enero de 2007
Curioso filme este realizado bajo el auspicio de los socios George Clooney y Steven Soderbergh, siempre atentos a proyectos de apariencia novedosa en el género del thriller. Estamos ante una intriga de corte existencial, una fantasía alrededor de este fantasma de carne y hueso en el que se ha convertido literalmente el protagonista (en las cadavéricas facciones de Adrien Brody), que como tal consigue traspasar las barreras de la realidad, de lo tangible, del tiempo. Idea que en verdad no es tan novedosa salvo por contextualizarse en plena época del conflicto en el Golfo Pérsico de 1991, inicio de los mayores operativos de la oscura mano “bienhechora” que se extiende hasta nuestros días a los que accederá el héroe mortuorio, torturado y bendecido a la vez, con una camisa de fuerza por sus servicios prestados.
Jack Starks es el protagonista de esta odisea extraña y triste que desde el arranque es ganada por sus fines conceptuales. La apertura del filme con las imágenes por satélite de la guerra nos presenta la siniestra mirada desde arriba la cual provocará horrores representados en la sola idea del protagonista sobreviviendo a medias a la muerte (como el Tim Robbins de Jacob’s lLadder). Como zombie el veterano de guerra se verá vuelto al hogar, reconvertido por su dadivosa nación, en el orate o criminal que merecerá un viaje al palacio del aislamiento para la locura tanto como para la cordura. Hasta allá llegará como predestinado para los extraños experimentos de la conducta del doctor Becker. El compartimiento de la morgue donde sistemáticamente es ingresado Jack, se convierte en la representación máxima del afán simbólico de la película. Es la cámara opresora del ciudadano sometido a un tratamiento maligno, insidioso, pero realizado como insiste a cada momento el doctor “con el único fin de ayudarlo”.
Las dimensiones críticas a la era del recrudecimiento del conservadurismo en la Norteamérica actual son puestas de manifiesto al punto en el que la alambicada intriga deja de tener valor en sí misma. Es en esta especie de antesala a la tumba que el buen ciudadano, sometido por el poder, alcanzará a las visiones y consecuencias de años después en el rostro bello pero también amargado de Jackie (Knightley) que es la proyección misma de un país también sometido y casi resignado a un padre (o padrastro como en los cuentos que ya no son de hadas), que los monitorea en su pesadumbre como a las trincheras enemigas más allá del océano antes de ser devastadas a la menor señal. La aventura de Jack conecta los dos tiempos en alusión a los de los Bush, padre e hijo y las constantes idas y venidas de uno a otro tomarán la forma de una misión individual y colectiva a la vez, la posibilidad del cambio de rumbo, la idea de revertir aquel punto en el que se permitió el resurgir de lo reaccionario en “beneficio del pueblo” y todas sus consecuencias en mayor o menor medida negativas para todos los involucrados.
En este aspecto el director británico Maybury (realizador anteriormente de un extraño biopic sobre el pintor Francis Bacon) deja que la tesis domine a la película incluso en su aspecto narrativo hasta convertirse en un aparato de juegos vistosos (muy distinto al de cintas recientes y de similares intenciones como Donnie Darko o The Manchurian Candidate por ejemplo). El mecanismo del thriller se vuelve demostrativo y finalmente aleccionador pese al acierto del tono mórbido con el que se reviste los pasajes en los que, el en un primer momento desorientado, Jack comienza asumir su misión en el bando correcto. Ese tinte dominador de la película se entrega entonces a su proclama por momentos altisonante, especialmente en la secuencia de la reunión de terapia (especie de homenaje a su modo de One Flew Over the Cuckoo’s Nest). Como nos decía la chapliniana Modern Times, la forma de huir es la locura, locura para asumir como ciertas las revelaciones que en el cuarto oscuro se le presentarán al protagonista queriendo dejar la ambigua impresión de que podríamos estar presenciado tan solo la efervescencia de su esquizofrenia.
Es en medio de esta que resurge la posibilidad de revancha por los años perdidos, el reencuentro con la humanidad perdida y el auténtico sacrificio como cuota que pagar (según los bienpensantes guionistas). Las secuencias del encuentro con el envejecido doctor y la madre de Jackie son las más concentradas de este vaivén que concluye ante nuestros ojos como un filme excedido por sus pretensiones. Se agradecen intentos por experimentar con los alcances del género y especialmente tratándose del mainstream hollywoodense, pero lo que se puede decir al final es que la crítica y reclama de esta película no superan intentos fallidos de cintas de similar estructura pero menos ambiciones como The I Inside aunque tampoco sea una frivolidad del tipo The Butterfly Effect.
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